Desde que tomó las riendas de su campaña al Senado del 2003, este experiodista del Chicago Tribune de 53 años ha modulado el mensaje de Obama hasta convertirlo en un producto político imbatible. Dio en el clavo al identificar la trayectoria personal del candidato con el nuevo sueño americano. La leyenda dice que pasó un año enteramente dedicado a observar a su cliente, y que --gracias a eso o pese a eso-- acabaron haciéndose amigos íntimos. El presidente electo le escucha como a muy pocos, y habrá que ver si, como ocurriera con Karl Rove y George Bush, Ax extiende su influencia también a la gestión presidencial. De momento ha dicho que se quiere quedar en Chicago, pero difícilmente rechazará una oferta de su jefe.