El Parlamento del Líbano eligió ayer nuevo presidente del país al general Michel Suleimán, actual jefe del Estado mayor del Ejército. Suleimán, único candidato para el cargo, obtuvo 118 votos de un total de 127 diputados. Esta decisión parlamentaria pone fin a seis meses de vacío en la más alta magistratura del Estado y cierra año y medio de luchas por el poder y violencia entre facciones religiosas. El consenso que ha arropado la elección de Suleimán aleja por ahora el fantasma de la guerra civil en un país clave para la estabilidad de Oriente Próximo.

Desde su posición de neutralidad, la primera recomendación del presidente Suleimán fue la de establecer relaciones diplomáticas con Siria "en un contexto de respeto mutuo a la soberanía y las fronteras de cada país, algo que proporcionará beneficios para ambos países". El nuevo jefe del Estado espera lograr con esta medida lo que considera su primer objetivo: la reconciliación del país.

NUEVO GOBIERNO El nuevo presidente tenía previsto, tras jurar su cargo, encargar de inmediato la formación de un Gobierno de unidad nacional a un miembro de la mayoría parlamentaria, entre quienes destaca como más probable Saad Hariri, hijo del exprimer ministro Rafiq Hariri, asesinado el 14 de febrero del año 2005.

Suleimán sucede en la jefatura del Estado a Emile Lahud, un hombre demasiado dependiente del Gobierno de Damasco. Según sus adversarios, en realidad se trataba de un títere de Siria, que en sus últimos años fue boicoteado abiertamente por la mayoría parlamentaria, hasta el punto de que ni siquiera le dirigía la palabra al primer ministro libanés, Fuad Siniora. Suleimán es cristiano, como corresponde al jefe del Estado libanés según el anacrónico sistema confesional de reparto de los cargos institucionales establecido en la Constitución libanesa. De hecho, la ruptura del rígido reparto de poder entre las distintas confesiones religiosas fue una de las razones de las guerras.

AL MARGEN DE DISPUTAS Este sistema fue ratificado en los acuerdos de Taif (1989) que pusieron fin a la guerra civil iniciada en 1975. Desde diciembre de 1998, Suleimán es comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Libanesas y ha logrado mantener al Ejército al margen de las disputas políticas entre la mayoría parlamentaria, que sostiene al Gobierno del prooccidental Siniora y el grupo chií Hizbulá, en la oposición, que cuenta con el apoyo de Siria y de Irán.

Durante todos estos meses de crisis, Suleimán se mantuvo lejos de la tormenta, pero sobre todo controló a sus huestes con mano firme para impedir que el Ejército interviniera cuando, a principios de mayo, milicianos de Hizbulá se enfrentaron a milicias armadas progubernamentales en las calles de Beirut y en otras ciudades libanesas, que costaron la vida a entre 65 y 92 personas.