Mahmud Araisi tuvo anoche un sobresalto pestilente. Por el váter de su casa empezaron a salir excrementos hasta inundar el baño. Sin electricidad, el sistema de alcantarillado de algunos barrios de Gaza se ha colapsado y las aguas fecales han brotado a la superficie en calles y bajos de viviendas. "Imagínese, en plena noche, sin luz e inundado de mierda", explica Araisi con una mueca de asco desde su colmado. Para salvar el desaguisado ha cubierto el váter con una malla de nylon, pero aún le dura la náusea.

La vida de su familia, que completan su mujer y dos niños, el mayor de 14 años, ha cambiado desde el viernes. Desde entonces comen alimentos fríos: queso, yogur y mortadela. El poco gas que le queda solo lo gasta para hacer tortillas porque "en dos minutos están hechas". Otros vecinos cocinan con carbón o madera en la calle. Araisi, aun así, es afortunado. Tiene cinco horas de electricidad y agua por la mañana. El resto del día los grifos se cierran, ya que sin luz es imposible bombear el agua. Tampoco puede usar sus estufas eléctricas y de keroseno. "Dormimos vestidos y tapados con todo lo que podemos", afirma. A las 10 están en la cama. "Es una barbaridad lo que nos hacen", dice de Israel. "Nos tratan como animales".