El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, pasó en vela la noche posterior a la toma de posesión de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasilia. En la madrugada de ayer, apareció rodeado de su custodia personal en el Hotel Naón. Acosado por una durísima campaña de la oposición de su país, y cuando ya se cumplió un mes de una huelga general cuyo seguimiento ha sido muy desigual, Chávez pidió a su colega brasileño el envío de técnicos de la empresa estatal Petrobras para que le ayuden a superar lo que llama "el golpe petrolero" y que, a su juicio, está siendo derrotado. "En las próximas semanas se normalizará la situación. Pedimos al mundo que no se dejen impresionar por la agresión mediática", afirmó el presidente venezolano.

Se rumorea que sectores de la oposición venezolana estarían a favor de suspender la huelga. ¿Cómo evalúa ese gesto?

-- Primera cuestión: ya no hay huelga. La huelga fue vencida el primer día a pesar de la propaganda. Por otra parte, la oposición está muy dividida, carece de liderazgo. Un día dice una cosa y luego otra. No obstante, de regreso a Venezuela analizaremos lo que se ha dicho. Ojalá fuera una señal, porque el empeño golpista no tendrá éxito.

¿Qué impresiones le han transmitido los presidente latinoamericanos sobre lo que ocurre en Venezuela?

-- Saben que no se puede dejar sentar precedente, porque le puede suceder luego a otro país latinoamericano. Más de uno me dijo: "Chávez, usted no puede ceder".

La oposición le reclama elecciones ya...

-- Es imposible, a menos que se convoque en agosto un referendo. Pero primero deben recoger como dos millones de firmas. Se celebra entonces el referendo revocatorio... Si sacan más votos, me voy. ¿Hay una alternativa más democrática que esa? Lamentablemente, no entienden que el cambio pacífico les favorece; que, de lo contrario, sus hijos vivirán en un país más violento.

¿El dilema es entonces Chávez o un baño de sangre?

-- No se puede simplificar el conflicto. La cuestión no es un hombre sino el dilema entre una revolución pacífica o violenta.

Dicen que el Gobierno no tiene flexibilidad...

-- Siempre hemos tenido vocación de diálogo. Nunca atropellamos a nadie. Ni siquiera después del golpe hemos llevado adelante una cacería de brujas. Todo lo contrario: llamamos a la calma, al debate.

Hay países dispuestos a cooperar en la búsqueda de una solución pacífica del conflicto, sumándose a la iniciativa de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y de Jimmy Carter. ¿Cómo ve esa propuesta?

-- La iniciativa surgió de conversaciones con varios embajadores y es muy positiva. Pero el grupo de países, como tal, todavía no existe. Son sólo conversaciones, en las que también participa España.

¿Cree que Lula puede enfrentar problemas como los que se viven en Venezuela?

-- No creo. Entre otras cosas, porque el empresariado de Brasil es nacionalista. En cambio, en Venezuela, buena parte de la élite no tiene ni piel ni un corazón nacional. FEDECAMARAS, desde el presidente a su estado mayor, estuvieron comprometidos con el golpe. Y siguen siendo desestabilizadores en vez de promover el desarrollo. Han llegado al extremo de cerrar sus propias fábricas por la obsesión de que se vaya Chávez. Algunos creen que es una inversión sacarme porque luego recuperan ese dinero. Son unos desfachatados. Hablan de democracia cuando les conviene y cuando tocan sus intereses se convierten en verdaderos fascistas. ¿O cómo se llama apuntar contra la principal empresa de Venezuela, el petróleo, sabotear las plantas de gas?