Rainiero era un gran enamorado de Extremadura. Amor que transmitió también a su familia desde que en los años 70, junto a su mujer Grace Kelly, descubriera la región tras una invitación del entonces alcalde de Cáceres, Alfonso Díaz de Bustamante. Fue en 1975 cuando el príncipe de Mónaco viajó a la región acompañado de su esposa y sus tres hijos, Alberto, Carolina y Estefanía, con quienes visitó Cáceres y Trujillo, e incluso llegaron a participar en la fiesta trujillana del Chíviri el Domingo de Resurrección.

Aquellos días impresionaron a la familia monegasca. Las gentes y el paisaje dejaron huella en Rainiero y el viaje fue el inicio de una serie de visitas en las que el príncipe buscaba también disfrutar de una de sus aficiones favoritas: la caza.

"No acierto a comparar la belleza plácida de los encinares y la paz que me transmite esta quietud con ningún otro lugar de los que conozco en el mundo. Es tan diferente con la luz del alba, o la del mediodía y mientras se alargan las sombras en la puesta de sol...", aseguraba el príncipe a sus amigos en uno de sus viajes a Cáceres. En más de una ocasión Rainiero reconoció a sus anfitriones que le encantaba el trato que recibía de los extremeños en sus visitas, en las que también trajo a familiares y amigos, principalmente de Estados Unidos, Italia y Francia.

A cazar perdices

En todos estos viajes --en los que tampoco ha faltado la prensa del corazón-- la familia monegasca ha tenido siempre como anfitrión a Fernando Díaz de Bustamante --se conocieron en casa de su padre, Alfonso Díaz de Bustamante--, que gestiona el complejo cinegético de Santa Cristina, con más de 500 hectáreas y la finca anexa de Las Golondrinas, junto al municipio cacereño de Torremocha.

Hasta ese lugar se solía desplazar Rainiero para descansar en la naturaleza y cazar perdices. "Extremadura tiene una de las mayores reservas de perdices del continente europeo, es uno de los mejores parajes mediterráneos que existen en Europa", manifestó en uno de sus encuentros con el campo extremeño.

Pero además, a Rainiero le gustaba disfrutar en sus visitas de la gastronomía extremeña y en sus comidas, que muchas veces se realizaban bajo una encina, no faltaban productos como la torta del Casar, el jamón de Montánchez o la panceta.

Seguir la tradición

De sus hijos, ha sido Carolina la que ha vuelto más veces a Extremadura y, al igual que hizo padre, en sus viajes también ha traído a sus hijos, Alexandra, Andreas Alberto, Carlota y Pierre, y a su actual marido, Ernesto Augusto de Hannover, otro gran aficionado a la caza. Así, mientras los mayores disfrutaban de la cacería, los pequeños solían montar a caballo por los alrededores de la finca cacereña.

Curiosamente, en el último viaje del patriarca a la región, junto a Carolina y sus nietos, toda la familia estuvo plantando encinas. El príncipe de Mónaco ya no volverá a Extremadura, pero la familia Grimaldi sabe que sigue teniendo el afecto de la tierra que enamoró a Rainiero.