El problema de los liderazgos unipersonales, fuertes y muy largos, como el de Yasir Arafat --aunque hay muchos otros ejemplos-- es que, cuando se plantea como inminente la hipótesis de la desaparición del líder, el recambio nunca resulta fácil. Y en este caso, todavía menos, porque el contexto para la transición es el de un conflicto muy complicado, y en el momento más malo de los últimos cuatro años. Y con toda su complejidad, la figura de Arafat todavía tiene una dimensión indiscutible e indiscutida entre los palestinos.

Pero todo llega, después de un combate iniciado en 1969. Sin embargo y a pesar de todos los temores, hay señales de que si desaparece Arafat, en lo inmediato, incluso a medio plazo, ninguna de las partes apostará por lo peor de lo peor. Hamás, otras facciones armadas palestinas, el Gobierno israelí, la cúpula de la Autoridad Palestina, todos ellos parecen, de un manera u otra, optar por la prudencia. La cosa no está para ligerezas.

*Catedrático de Ciencia Política.