No fue un viernes habitual para la Asociación de Musulmanes de Cachemira, un centro social islámico en el suburbio de Beeston, al sur de Leeds. Bajo el techo de la asociación, que incluye, además de una sala de oración, un gimnasio, habían practicado deporte durante años tres de los terroristas suicidas --Shehzad Tanweer, Hasib Mir Hussain y Mohammad Sidique Khan-- que la semana pasada provocaron una matanza en el transporte urbano de Londres.

A la salida de la plegaria semanal, se repartieron folletos en los que la policía de Yorkshire prometía en varias lenguas a los musulmanes locales actuar con contundencia para impedir actos de represalia de grupos racistas, al tiempo que se pedía mantenerse vigilante ante cualquier "comportamiento delictivo" sospechoso. En el folleto, se indicaban seis números de teléfono de la policía local y el Ayuntamiento de Leeds, a los que los musulmanes pueden acudir en caso de urgencia.

Como cada viernes

Wajid, de 32 años, que se niega a decir su apellido, acudió a rezar como cada viernes, aunque, probablemente intimidado por la presencia de las cámaras de televisión, insistió en que hacía poco que se había instalado en Beeston y que no podía decir nada de los suicidas. "El imán nos ha dicho que matar a gente inocente es contrario al islam", explica. El sermón "ha sido una condena por lo que sucedió: nadie puede justificarlo y sería erróneo decir que algo así se puede cometer en nombre del islam", corrobora Pervez, otro musulmán del centro.

Los acontecimientos de las últimas semanas en el suburbio de Beeston parecen haber alejado a algunos de los fieles, y la mezquita aparecía menos concurrida de lo habitual, según reconocían los asistentes a la plegaria semanal de ayer. "Muchos creen que los accesos aún están cortados", aventura uno de los asistentes.

Al haberse convertido en uno de los principales centros de la atención mediática durante los pasados días, la Asociación de Musulmanes de Cachemira se ha visto obligada a salir a la palestra y dar explicaciones, reconociendo, además, la existencia de "muchas preguntas difíciles sobre por qué gente cercana hizo algo así".

Y es que la vinculación de los extremistas con la asociación era muy próxima. En el piso inferior, ocupado por una sala con aparatos para hacer footing y una mesa de pimpón --además de pósteres que advierten a los jóvenes de los peligros y efectos secundarios de narcóticos como el crack, la cocaína o el éxtasis líquido-- los tres jóvenes que luego se convertirían en suicidas acudieron a practicar deportes hasta el 2002.

"De las fotografías publicadas en los periódicos, yo solamente reconozco al mayor de todos", admite Sarwar Khan, secretario de la asociación, en referencia a Mohamed Sidique Khan, el maestro de primaria. "La principal función de esta sala recreativa es mantener a los jóvenes ocupados y lejos de las calles", explica.

"No echamos a nadie"

El centro islámico se esforzó ayer en precisar que no existía vínculo formal alguno entre el terrorista de mayor edad, de 30 años, y la Asociación de Musulmanes de Cachemira, y quiso salir al paso de las especulaciones que aseguraban que los jóvenes habían sido vetados de las mezquitas de Beeston. "La mezquita es un lugar donde todo el mundo va y viene; viene aquí a rezar, no echamos a nadie", precisó Sarwar Khan.

Los tres dejaron de acudir a la sala de deportes de la asociación islámica alrededor del año 2002. Fue entonces cuando la asociación emprendió la renovación de la sala, que fue pintada y mejorada. El proceso se alargó durante "más de un año", ya que se realizó gracias a contribuciones voluntarias. Por ello, Sarwar Khan deduce que los jóvenes encontraron otro lugar para hacer deporte.