Las inundaciones y deslizamientos de tierra en las sierras del norte de Río de Janeiro ya han causado al menos 613 muertos. Será mayor el número de víctimas mortales. Unas 7.000 familias se han quedado sin hogar. El gobernador de ese estado brasileño afectado, Sergio Cabral, ha decretado el "estado de calamidad" en siete ciudades: Nueva Friburgo, Teresópolis, Petrópolis, Buen Jardín, San José del Valle de Río Preto, Sumidouro y Areal. Allí crece el desamparo y se reavivan todas las pasiones del hombre: el heroísmo y las acciones más egoístas. Mientras unos tratan de ayudar al prójimo, arriesgando sus vidas, otros se lucran.

El comandante general de la Policía Militar carioca, el coronel Mário Sérgio Duarte, ha advertido de que arrestará a todos los comerciantes que venden alimentos y agua a precios abusivos. "Nadie puede explotar el dolor de los otros, aprovecharse de la agonía de una población para vender un paquete de velas", ha dicho. Un galón de agua ha incrementado el 1000% su precio. Ya se habla de "crímenes contra el consumidor" por la escalada inflacionista.

Las grandes empresas de Brasil han enviado 300 toneladas de alimentos en concepto de ayuda. El Ejército ya hace acto de presencia en las localidades anegadas. Trabaja especialmente en tareas de rescate. La policía prioriza el trabajo de identificación de los cuerpos y la seguridad. La presidenta Dilma Rousseff ha anunciado el envió de 100 millones de reales (unos 55 millones de dólares) a las ciudades afectadas. El dinero forma parte de un total de 400 millones de dólares que servirán para la reconstrucción.