La mesa alrededor de la que se sentaron el martes con Barack Obama los encargados de seguridad nacional y espionaje de EEUU bien podría haberse confundido con una sesión de terapia de expiación en grupo si no hubiera sido por la tensión que marcó la reunión. Una veintena de secretarios de departamento, directores de agencias y asesores de alto nivel en materia antiterrorista escucharon el rapapolvo del presidente por los fallos, principalmente de los servicios de inteligencia, que permitieron que el joven nigeriano Omar Faruk Abdulmutalab intentara hacer estallar el avión de Northwest en el que viajaba a Detroit el día de Navidad. Aceptaron su responsabilidad en lo que Obama llegó a calificar de "pifia" y entonaron un mea culpa cuyo eco seguía reverberando ayer.

Desde el director de Espionaje Nacional, Dennis Blair, hasta Denis McDonough, jefe de personal del Consejo de Seguridad Nacional, asumieron públicamente la responsabilidad por los errores. Ambos reiteraron ayer que el mensaje de Obama ha llegado alto y claro a los servicios de espionaje, que hoy entregarán a la Casa Blanca, igual que el Departamento de Seguridad Interior, sus primeros análisis completos de lo ocurrido. "Hay que mejorar nuestra capacidad de contrarrestar nuevas tácticas, como el ataque de suicidas individuales. Debemos anticiparnos a nuevos tipos de atentado", dijo Blair. También el almirante Mike Mullen, presidente de la Junta de Jefes del Estado Mayor, admitió en público que hubo fallos al conectar la información recopilada antes del ataque frustrado.

RESPONSABILIDADES El esfuerzo en los servicios de espionaje ahora es doble: intentar, por una parte, como explicó McDonough, "llegar hasta el fondo de lo que sucedió" y "aprender de las elecciones de este incidente para que no vuelva a pasar"; y por otra, que la depuración de responsabilidades no se convierta en una guerra política cuyo único triunfo sea que rueden cabezas en Washington.

La de Blair es, precisamente, la que piden con más vehemencia los republicanos. Para Obama sube la presión, especialmente por las reclamaciones de la oposición, como las de Peter King, principal republicano en el Comité de Seguridad Interior de la Cámara Baja. "Si la situación es tan mala como el presidente dice que fue, alguien tendrá que ser despedido", aseguró el congresista conservador.

El presidente se enfrenta también a un análisis más público que de costumbre sobre cómo funciona la compleja maquinaria de seguridad. Ayer, por ejemplo, se conoció un informe preparado por Michael Flynn, principal mando militar del espionaje de EEUU en Afganistán, que insta a aplicar cambios radicales y asegura que las tropas están "tan hambrientas" de información certera que "muchos perciben su trabajo más bien como el de adivinadores".

REFORMA SANITARIA El incidente de Navidad, así como el ataque del 30 de diciembre en Afganistán que acabó con la vida de siete miembros de la CIA, han marcado indudablemente el inicio del año político de Obama, que emprende sus segundos 12 meses de mandato con el segundo índice de aprobación más bajo de la historia en este momento, un 50%. Pero el presidente no ha abandonado la que hasta el 25 de diciembre era su prioridad: la reforma sanitaria.

Poco después de la reunión sobre el atentado frustrado, el presidente recibió en la Casa Blanca a los líderes demócratas en el Congreso y les instó a poner la ley en su mesa antes de que llegue su primer discurso sobre el estado de la Unión en febrero. Ayer convocaba también al 1600 de Pennsylvania Avenue a otros congresistas para impulsar las negociaciones de la reforma.