La caldera de Xinjiang sigue a temperatura de ebullición tras la revuelta del fin de semana, que dejó 156 muertos y más de 800 heridos. Urumqi, la capital, vive bajo una ley marcial de facto, con una intensísima presencia policial enfrentada a la titánica tarea de mantener el orden. Las etnias han y uigur se buscan por las calles para ajustar cuentas recientes y antiguas. Las autoridades de Urumqi declararon el toque de queda, en un intento de frenar la escalada de violencia. Después del estallido uigur del fin de semana, el conflicto ha entrado en una dinámica acción-reacción calcada a la de las revueltas de Lasa del año pasado. Los chinos de etnia clamaron ayer por venganza después de haber sido linchados, apuñalados, vejados y apaleados el fin de semana. Unos 1.500 de ellos pretendieron adentrarse ayer en el barrio musulmán en busca de sangre.

CANTANDO EL HIMNO Armados con palas, barras de hierro y garrotes, desfilaban cantando el himno nacional chino y antiguas marchas revolucionarias, con banderas chinas y gritando "¡Juntos venceremos!". A su paso destrozaban comercios musulmanes, la misma estampa que la vivida el fin de semana, pero con los protagonistas invertidos.

La policía tuvo que usar gases lacrimógenos para dispersarlos cuando ya se temía por nuevos linchamientos. Algunos de los manifestantes se lavaron los ojos con agua y prosiguieron con su empuje hacia los barrios habitados por uigures. Estos "no se atreven a salir de casa", aseguraron a Efe habitantes de la ciudad. Por la mañana, unos 200 uigures, en su mayoría mujeres y niños, abordaron a una comitiva de prensa internacional para denunciar las detenciones arbitrarias de sus maridos y padres. Más de 1.400 uigures han sido detenidos ya por los altercados. La convivencia entre han y uigures, que siempre ha sido tensa, parece hoy imposible.

Mientras, las fotografías y testimonios van aclarando la naturaleza de la revuelta uigur del fin de semana, muy lejos de ser calmada. La furia uigur, incubada durante décadas de dominio de Pekín, se canalizó en una razzia contra todo lo relacionado con los han, comercios o personas. Los testigos describen una orgía de violencia, con uigures masacrando a han y el ejército disparando contra los primeros. Falta aún saber cuántos de esos 157 muertos son han y uigures, pero es evidente que las fuerzas de seguridad se enfrentaron a un problema de seguridad pública de primera magnitud que poco tiene que ver con una manifestación pacífica o con las descripciones de los grupos uigures en el exilio. El panorama para los uigures es sombrío. Es más que probable que la represión china se acentúe, que sigan las detenciones y que pronto se dicten penas de muerte.