Una llamada de 45 minutos, el primer contacto directo entre los jefes de Estado de dos países que han sido enemigos íntimos desde hace medio siglo, ha bastado para cerrar los últimos detalles de la nueva etapa que se abre en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Barack Obama y Raúl Castro hablaron ayer por teléfono para rubricar meses de negociaciones secretas que conducirán al restablecimiento pleno de las relaciones diplomáticas y la reapertura de sus respectivas embajadas. Este tiempo nuevo comienza con un importante reconocimiento desde Washington: el embargo ha sido un fracaso.

"Está claro que décadas de aislamiento de Cuba han fracasado a la hora de lograr nuestro objetivo de una promover la emergencia de una Cuba estable, democrática y próspera", ha dicho la Casa Blanca en un comunicado, donde reconoce que pese a "las mejores intenciones" de su política no ha conseguido que Cuba deje de estar gobernada por los hermanos Castro y el Partido Comunista. "No podemos seguir haciendo lo mismo y esperar un resultado diferente. No sirve a los intereses de América ni del pueblo cubano empujar a Cuba hacia el colapso".

Esas palabras son especialmente significativas si se tiene en cuenta que Washington ha seguido empleando maniobras encubiertas casi hasta el último momento para forzar un cambio de régimen en la isla. En los últimos meses la agencia Associated Press ha desvelado que la Agencia estadounidense para el Desarrollo (USAID) envió a cooperantes latinoamericanos a la isla para tratar de fomentar la disensión entre los jóvenes y puso en marcha una red social en Cuba (Zunzuneo) con la esperanza de que sirviera como plataforma para provocar un alzamiento contra el régimen.

Pero no ha funcionado, como tampoco lo hicieron en su día los sabotajes, la invasión de la isla o los intentos de asesinato de Fidel Castro. Ante esa realidad han ido creciendo en EEUU las voces que reclamaban un giro radical en la política hacia Cuba. Hace solo dos meses por ejemplo, el 'New York Times' pedía en un editorial el fin del "embargo sin sentido". Y todas ellas han encontrado un aliado en la figura del presidente Barack Obama, que al llegar poder se ofreció a replantear las relaciones, una promesa que se fue eternizando por los cálculos políticos internos. "El presidente entendió que el momento era adecuado para perseguir un nuevo planteamiento, tanto por los cambios incipientes en Cuba como por los problemas que estaba causando a nuestra política regional".

Las negociaciones secretas al máximo nivel comenzaron en junio del 2013 en Canadá, según han explicado fuentes de su Administración. Desde entonces las reuniones se han sucedido en "multitud de países", especialmente en Canadá, un país que actuado tradicionalmente de puente entre Washington y La Habana. Esas mismas fuentes han destacado el papel desempeñado por el Vaticano, el único Estado que participó en las conversaciones. A principios de este verano, el Papa envió una carta personal a Obama y Castro instándoles a conversar y a liberar a los presos de cada bando, y hace unas semanas albergó la última reunión entre las dos delegaciones.

Entre las muchas medidas adoptadas hacia la normalización, como relajar las restricciones para viajar a la isla, aumentar las remesas que pueden enviarse desde EEUU o autorizar los contactos entre instituciones bancarias, Obama ha pedido a sus funcionarios que inicien el proceso para sacar a Cuba de la lista de Estados que promueven el terrorismo, de la que forma parte desde 1982.