Un nuevo comienzo. El título con el que se ha bautizado el Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas que ayer firmaron en Praga Barack Obama y Dmitri Medvédev, Nuevo START, es extremadamente simbólico. Más allá de reactivar los esfuerzos para disminuir y controlar las armas atómicas desplegadas por las dos principales potencias nucleares del mundo, los líderes de Estados Unidos y Rusia ponían con sus firmas el sello a las aspiraciones de abrir una nueva era en la relación bilateral entre ambos países. El pacto es, en palabras de Obama, "un testamento a la verdad de que viejos adversarios pueden forjar nuevas alianzas".

En la superficie, el presidente estadounidense y Medvédev daban en el majestuoso Salón Español del Castillo de Praga un paso imprescindible para desactivar la carrera nuclear. Empujando a la baja los números del START original de 1991 y del Tratado de Moscú firmado por George Bush y Vladimir Putin en el 2002, han marcado nuevos límites al número de cabezas nucleares que pueden tener desplegadas (1.550 cada uno) y al número de lanzaderas (700 por país, aunque la contabilidad en este caso es tramposa, pues cada bombardero que el documento cuenta como uno puede tener entre siete y 16 cabezas nucleares).

FONDO SIGNIFICATIVO El fondo del acuerdo, no obstante, es mucho más significativo que unas cifras que pierden peso histórico si se analizan las reducciones voluntarias de arsenal atómico llevadas a cabo en los últimos años. Sus firmantes lo reconocían como "un primer paso en un viaje más largo" (Obama) y como "una nueva página" en las relaciones bilaterales (Medvédev). Abre la puerta a futuras (y quizá más arduas) negociaciones sobre armamento convencional, un terreno en que la superioridad de EEUU es abrumadora. Pero, además, manda un mensaje al mundo de que los dos antiguos enemigos, después de una época de tensión y desencuentros recientes que alcanzó su culmen con la guerra en Georgia en el 2008, están dispuestos no ya solo a colaborar sino también, como dijo ayer Obama, a "perseguir un liderazgo global responsable".

CUMBRE Que los presidentes llegaran a Praga con dos delegaciones del más alto nivel hacía de su encuentro una verdadera cumbre EEUU-Rusia. Y Obama y Medvédev mantuvieron, antes de la ceremoniosa firma, una reunión privada de 85 minutos con una agenda que fue más allá del armamento atómico.

Si Washington puede mirar a un punto concreto como un logro es a haber conseguido finalmente el apoyo de Moscú al intento de establecer una cuarta ronda de sanciones contra Irán desde la ONU (ayer en Nueva York los representantes de los dos países y de los otros tres con derecho a veto en el Consejo de Seguridad y Alemania celebraban la primera reunión para abordar esas sanciones). Lo único que matizó Medvédev públicamente es que cualquier castigo a Teherán "debe ser inteligente" y debe estar marcado por límites, como la protección de la población iraní.

La aparente sincronía recuperada entre Washington y Moscú está, a pesar de toda la fanfarria y la pompa de ayer, muy lejos de ser perfecta. El mayor elemento que la perturba es el escudo antimisiles que EEUU planea construir en Europa, que Rusia continúa viendo como una potencial amenaza para su seguridad y para su posición de poder en su región. Al mismo tiempo que debe calmar esos temores, la Administración estadounidense tiene que tratar de frenar los que se propagan por otros países del este y el centro del viejo continente sobre un exceso de concesiones a Rusia. Simplemente, la elección de Praga como escenario para la firma del nuevo tratado y la cena que ayer Obama mantenía con líderes de 11 países centroeuropeos eran gestos llamados principalmente a apaciguar esos miedos.

RATIFICACION Incluso con la firma de ayer, al Nuevo START le queda aún bastante camino para llegar a entrar en vigor, pues todavía debe ser ratificado tanto por las dos cámaras de la Duma como por el Senado de EEUU. En Capitol Hill necesita 67 votos, o dos tercios de la Cámara alta, lo que obliga a Obama a sumar el apoyo de al menos ocho republicanos, y aunque históricamente la división bipartidista no ha frenado la ratificación de tratados de desarme, las elecciones legislativas del próximo mes de noviembre y la profunda brecha abierta entre los demócratas y la oposición alimentan la sensación de volatilidad.

Para combatirla, la Casa Blanca ha empezado su campaña y ayer mismo asesores presidenciales se reunían con legisladores. Robert Gibbs, jefe de prensa del presidente Obama, se mostró confiado en que el Nuevo START será ratificado antes de finales de este año.