El periodista neoyorkino Bradley Will, de 35 años de edad, era inconfundible. Destacaba por su altura y su cámara por encima de los oaxaqueños chaparros. Estos trataban de ver de dónde salían las que oficialmente se definieron como balas perdidas. El disparo que mató al estadounidense salió del tejado del Ayuntamiento de Santa Lucía, un pueblecito situado en la conurbación de Oaxaca. Will tal vez llegó a ver a su asesino.