En la noche del desierto, bajo un manto negrísimo, solo salpicado por la luz de la luna, el rostro espectral de un minero se proyecta sobre una pantalla improvisada. La imagen parece haber venido del más allá. Parado frente al ojo de una cámara portátil, Mario Sepúlveda le ha contado al mundo cómo es la vida 700 metros bajo tierra. Habló de rigores infernales y una enorme voluntad de resistencia. Lleva su casco y el torso desnudo. El termómetro marca 29 grados. "Nunca lo había visto con bigotes", dijo luego su esposa, Verónica.

El nuevo testimonio de supervivencia de los 33 estremeció a Chile. Los trabajadores de la mina San José explicaron cómo son sus rutinas desde el momento en que quedaron atrapados y hablaron del sueño que persiguen en las profundidades de la tierra. "Estamos todos ansiosos de poder salir afuera y saludar a nuestras familias, a nuestros compañeros, a los que han trabajado día y noche afuera, a la familia minera y a los 17 millones de chilenos", dijo Luis Urzúa.

La petición de su compañero Edison Peña fue más enfática. Apenas disimuló la desesperación. "Sáquennos pronto, por favor", imploró frente a la cámara.

Las imágenes que la televisión transmitió por la noche, y que los familiares de los mineros vieron primero en privado en una pantalla, y luego proyectarse otra vez sobre uno de los costados de la carpa principal del campamento, permitieron constatar de qué manera se preparan los confinados para salir a la superficie. Contaron que duermen en tres sectores diferentes, y que tienen una zona donde sacan el agua para sus necesidades básicas y, también, un espacio para el ocio (las barajas y el dominó ayudan a que el tiempo transcurra sin el peso de la expectativa) y las actividades espirituales: allí rezan todos los días.

CONDICIONES ADVERSAS En esa cavidad, la humedad roe los huesos. "Este es el problema más grave", aseguró Sepúlveda. "Este es el famoso refugio", agregó, señalando el cartel que la mina San José había colgado en una pared. "Acá se supone que había condiciones para estar. Pero cuando estuvimos adentro se nos cortó la luz", dijo el minero.

Los encargados de llevar adelante el rescate saben que ahora se entra en una etapa diferente. De aquí en adelante hay que fortalecer no solo la salud de los mineros --se los vio muy flacos, con algunos rostros francamente demacrados-- sino su estado de ánimo. Pronto les enviarán películas y música. Han comenzado a comer sólidos: barras de cereales, compota de manzana y nueces. Y, además, se les prepara una rutina de ejercicios que incluyen hasta práctica de yoga.