"No puede pararse. Circule", me increpa con brusquedad uno de los miles de policías desplegados en Bucarest en el puente situado al final de la histórica avenida Victoriei. "Nadie puede detenerse por donde han de pasar las comitivas oficiales por motivos de seguridad", me explica otro policía que domina más la lengua de Shakespeare.

"No puede hacer fotos", me advierte otro policía más tarde en otro punto de la avenida Victoriei cuando intento fotografiar uno de los edificios históricos de la capital. "Por motivos de seguridad no se puede hacer fotos en toda la avenida hasta que acabe la cumbre", añade. Tampoco se permite hacer fotos en otros sitios cercanos o adyacentes a la zona, compruebo más adelante. Las cámaras aún son peligrosas en la Rumanía poscomunista.

Calles cortadas

La avenida Victoriei, que atraviesa todo el centro, está cortada al tráfico al menos desde el día antes del inicio de la cumbre. Y no es la única calle de Bucarest con la circulación interrumpida por motivos de seguridad. Incluso la autovía norte que conduce a la capital tiene reservados sus cuatro carriles centrales a los vehículos de las delegaciones oficiales, mientras los coches de los ciudadanos son obligados a avanzar pacientemente en fila india por el carril extremo en medio de un atasco monumental, tanto para entrar como para salir de la ciudad.

Bucarest está literalmente tomada por 23.000 policías. El número no incluye a los miles de miembros del servicio de escolta y del servicio de inteligencia, ni a los 4.000 militares movilizados para garantizar la seguridad de la cincuentena de jefes de Estado y de Gobierno que participan en las reuniones y los más de 3.000 delegados oficiales.

La cumbre se desarrolla en el faraónico Palacio del Parlamento, el monstruoso sueño de la megalomanía del dictador Nicolae Ceaucescu, quien no dudó en arrasar un barrio histórico de 40.000 habitantes para construir en 1983 el segundo edificio más grande del mundo, por detrás del Pentágono. De estilo ecléctico y decorado con toneladas de mármol y miles de aparatosas lámparas de cristal, alberga 3.100 habitaciones distribuidas en 12 pisos y tiene una altura de 85 metros.

Los líderes de la OTAN se reúnen en la sala Unión, la más grande del palacio, con una superficie de 2.000 metros cuadrados y 16 metros de altura. La sala está cubierta por un techo de 400 metros cuadrados de cristal y está construida totalmente con mármol blanco. El edificio cuenta incluso con un vasto búnker atómico a 20 metros bajo tierra, donde podrían refugiarse los líderes aliados en caso de ataque. Su seguridad es la prioridad absoluta en la cumbre. Ceaucescu no lo habría hecho mejor.