El ex obispo progresista Fernando Lugo logró hoy la hazaña histórica de terminar con seis décadas de gobierno absoluto del Partido Colorado, con lo que se abre para Paraguay un futuro de esperanza pero también de incertidumbres.

Una figura emergente en la política nacional como Lugo ha logrado una victoria incuestionable, lo que nunca en ese tiempo pudo hacer la oposición, principalmente el tradicional Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), durante 61 años y en especial tras el final de la larga dictadura del "colorado" Alfredo Stroessner en 1989.

Con un país sumido en la pobreza, el desempleo que envió a la emigración a cientos de miles de paraguayos, el ex obispo de la deprimida diócesis de San Pedro (centro) surgió hace dos años como una de las últimas esperanzas para unir la oposición. Si no logró como era su intención una colación de todos los descontentos, hace ocho meses el obispo sancionado "a divinis" por el Vaticano aglutinó a la derecha representada por el PLRA y a una treintena de grupos de izquierdas y organizaciones sociales.

Su discurso esperanzador de unión de todos los paraguayos para buscar el bien común se plasmó primero un amplio espectro ideológico que le llevó hoy a la victoria, en una fórmula con el líder del PLRA, Federico Franco, un confeso admirador de líderes conservadores como el español José María Aznar.

Lugo tendrá que compaginar en primer lugar proyectos tan diversos como el de Franco y otros sectores más centrista del PLRA, a los de grupos izquierdistas como el movimiento radical Tekojojá o el partido Movimiento al Socialismo (P-MAS), afines a políticas como la del venezolano Hugo Chávez o del boliviano Evo Morales.

La espontánea concentración de miles de personas, la mayoría jóvenes, que tomó el centro de Asunción la noche del domingo al conocerse la victoria del ex obispo fue un signo de la esperanza con la que los paraguayos recibieron el cambio y también la ansiada caída de los "colorados". En sus primeras intervenciones como futuro presidente, el ex prelado insistió en la nueva era de la política nacional "sin clientelismos ni sectarismo", pero todo dependerá de la composición del nuevo Parlamento.

El Partido Colorado casi con seguridad volverá a formar grupos fuertes en ambas cámaras, pero como bien sabe el actual presidente Nicanor Duarte, no siempre votan en bloque por la diversidad de fracciones internas de la formación. Duarte, al tiempo de reconocer la derrota de su candidata Blanca Ovelar, anunció que el Partido Colorado, del que es presidente con permiso, hará lo posible por recuperar el poder los antes posible, lo que vaticina una oposición férrea al próximo gobierno.

Como los colorados tampoco destacan por su fidelidad partidista los parlamentarios del PLRA, la segunda fuerza en el país, deberían aumentar su representación en el Congreso.

Otro de los actores políticos con fuerte influencia en el próximo Congreso tendría que ser el general retirado Lino Oviedo, que hoy no logró su sueño de ser presidente de Paraguay pero que con su fiel grupo parlamentario puede convertirse en una figura decisiva para la gobernabilidad del país. Así lo recordó el que fuera el hombre fuerte de la milicia paraguaya al felicitar a Lugo, al que reiteró que respaldará todas las iniciativas legislativas, pero su eslogan de campaña "Dios, patria y familia" no encaja a las propuestas de las fuerzas de izquierdas de la APC.

Antes de asumir la Presidencia el 15 de agosto próximo, Lugo tendrá que meditar mucho y usar de toda reconocida paciencia para poder formar su gobierno, que ya adelantó integrarán "los mejores" sin distinción de colores".

Otras dudas que tendrán que ser despejadas en los próximos meses es la relación de Lugo con los vecinos, en especial con Brasil por su reivindicaciones sobre los beneficios de la hidroeléctrica conjunta de Itaipú, que se niega a renegociar su tratado a pesar da la afinidad ideológica con el presidente Luis Inácio Lula da Silva.

También existe expectativa con la posición del Vaticano por la rebeldía de quien considera todavía obispo y ahora futuro presidente de un país amplía mayoría de católica, religión a la que no renuncia el futuro gobernante.