Tras una larga historia de lucha, el exguerrillero tupamaro José Pepe Mujica asumió ayer el poder en Uruguay, en dos actos emocionantes, dispuesto a gobernar los próximos cinco años y "crear transformaciones políticas a largo plazo". Primero, Mujica hizo su promesa de fidelidad a la Constitución ante su esposa, Lucía Topolansky, presidenta de la Asamblea Legislativa. Después se trasladó hasta la Presidencia y culminó su baño de masas con un gran acto en el centro de Montevideo.

"No queremos un país solo con números positivos, sino un país bueno para vivir", resaltó Mujica, al reiterar que el gasto social será uno de los puntales de su mandato. Su Gobierno, el segundo de izquierda en la historia de Uruguay, dará "lo máximo posible" para acabar con una pobreza, que "además de no ser justa, es peligrosa". Mujica calificó como una "vergüenza nacional" que el 2% de los uruguayos vivan en la indigencia y afirmó que el país "está avanzando a dos velocidades", porque "el país va bien, pero uno de cada cinco uruguayos son pobres".

Ante el Parlamento y en presencia de media docena de presidentes suramericanos, así como del príncipe Felipe y de la jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Clinton, el flamante presidente reafirmó su compromiso con el proceso de integración regional y singularmente con el Mercosur, formado por los países del sur del continente y con Venezuela en proceso de integración formal.

También el presidente saliente, Tabaré Vázquez, se despidió el domingo con un acto público en la plaza de la Independencia, donde miles de personas le aplaudieron y le vitorearon.