El Tribunal Supremo de Brasil procesó ayer por "corrupción activa", "lavado de dinero" y "formación de una banda con fines criminales" al exjefe de Gabinete José Dirceu y terminó así de enterrar políticamente al hombre que entre el 2003 y el 2005 fue una suerte de poder paralelo dentro del Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.

La autoridad judicial se tomó cinco días para analizar la situación de Dirceu y de 37 legisladores del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), diputados "amigos" y empresarios involucrados en la estructura de sobornos puesta en marcha en el Congreso para favorecer a Lula.

El escándalo sacudió Brasil hace dos años y se llegó a dudar de la estabilidad del presidente. Lula siguió en pie, fue reelegido y el caso se evaporó. Hasta ayer. De todos los que serán llevados a juicio, Dirceu es el más notable. Su situación impacta, entre otras cosas, porque en medios políticos se afirma que el exjefe de la Casa Civil de la Presidencia y conductor de hecho del PT aún tiene una sigilosa entrada en el despacho de Lula.

La imagen de Dirceu convertido en reo es, además, un duro golpe para el partido que llegó al Gobierno con la promesa de un cambio total y se vio inmerso en los peores hábitos de la política.

El tribunal concluyó que Dirceu encabezaba "el esquema organizado para alcanzar ilícitamente el apoyo de otros partidos" sobre la base del pago de "abultadas cuantías". Al Dirceu le ha sido imposible demostrar que no tuvo nada que ver con este engranaje.