Lo peor de todo es que, en Marruecos, hay centenares de suburbios tan miserables como Tuma. Porque su miseria no es mayor que la de otros muchos barrios pobres y, aunque en este caso los ocho terroristas identificados hasta ahora incubaron su convicción suicida en ese infierno de chabolas de Casablanca, lo mismo podían haber sido hijos de los suburbios de Fez, Salé o Tánger.

Si estar de paso por ese barrio ya es desagradable, es difícil de imaginar lo que debe ser vivir allí. La sensación es asfixiante ya que en los 20 kilómetros cuadrados que forman el distrito de Sidi Mumen, al que pertenece Tuma, se hacinan 180.000 personas. La miseria que se percibe a la puerta de la casa de la familia Kautari, uno de cuyos hijos participó en los atentados, impregna todas las barracas.

EL EXODO RURAL

Es allí donde residen los hijos del éxodo rural: campesinos pobres que emigraron a la ciudad pensando que encontrarían una vida mejor y que ahora viven en un círculo de desarraigo y miseria del que no logran salir. Las barracas han acabado formando un pueblo de calles laberínticas que, pese a la miseria, los vecinos se esfuerzan por mantener con un mínimo de limpieza. Los que pueden han encalado los muros de sus hogares y han cimentado algunas calles para evitar vivir sobre la tierra desnuda y polvorienta.

"Este barrio no está olvidado. El Gobierno tiene proyectos para construir viviendas y alojar allí a la gente de las chabolas", explica un responsable del gobierno local, que promete al periodista: "Hay tantos proyectos que si vuelve dentro de un año no conocerá Sidi Mumen".

Pero por ahora hay miseria en todas partes, también en los rostros. En Tuma, como en todo Marruecos, el principal problema es el paro. Hablar de trabajo con los jóvenes del barrio es como explicarles un chiste de mal gusto. "¿Que si tengo un empleo?", repite Abderrahmán, un chaval que suelta una carcajada trufada de frustración. "En este barrio eso no existe. Aquí todos estamos en paro", responde. "Para nosotros no hay trabajo en Marruecos, eso es para la gente con enchufe y los amigos del Gobierno", sentencia Murad, un treintañero que como centenares de jóvenes pasa la mañana en la calle. Son esos hombres sin trabajo ni futuro los que en Argelia nutrieron las bandas armadas islamistas.

"Hasta ahora, era lógico que barrios así generaran islamistas y que los salafistas fueran cada vez más influyentes. Pero una cosa es que de aquí salgan islamistas y otra muy distinta que salgan terroristas. Para pasar de integrista a kamikaze hay que un dar paso muy importante que ya se ha dado en Marruecos", lamentan fuentes diplomáticas. Nizar Baraka, un político del partido nacionalista Istiqlal, reconoce preocupado que, con estos atentados, "Marruecos ha entrado en una fase distinta y mucho más peligrosa."

EL PECADO DEL SUICIDIO

Pero en Tuma, a diferencia de en Palestina, nadie cree que los kamikazes sean héroes. La gente los llama intiharis , es decir, suicidas y el suicidio es uno de los grandes pecados para los musulmanes. "El islam prohíbe el asesinato, no sólo de musulmanes, sino de cristianos y judíos; lo que esta gente ha hecho es contrario a la religión", comenta Yunes, un joven desempleado. "Aunque hayan nacido en este país, esos terroristas no tienen sangre ni alma de marroquís, pues nuestro pueblo siempre ha sido amigo de los occidentales y los judíos", explica Ahmed, otro habitante de Sidi Mumen.

Todos los vecinos envían la pelota a tejado ajeno. O bien aseguran que los terroristas "no son marroquís" o que "no son de Casablanca". "Es imposible que los terroristas sean de este barrio," explica Zohra Abubi, otra vecina. "Para un atentado así hay que tener dinero y estar preparado. Y aquí todos somos pobres e ignorantes".