Cuando aparece un malo muy malo, alguien a quien todo el mundo odia, todos los demás resaltan como buenos. Así, las causas de los nuevos buenos, pasan a ser vistas con mejores ojos. El mal, en Oriente Próximo, y en todo el mundo, es el Estado Islámico (EI) y los redimidos son los kurdos. Se estima que son unos 35 millones de personas, repartidas entre Turquía, Irán, Irak y Siria. En estos dos últimos países es donde, con su lucha contra el EI, han logrado el respeto internacional.

Entre los kurdos de los distintos territorios, hay muchas diferencias y animadversión: los de Irak quieren la independencia; los de Siria, mayor autonomía; los turcos, una suerte de Estado federal; y a los iranís, los más perseguidos, los que tienen menos voz, no les dejan querer nada.

Para intentar conseguir su objetivo, los kurdos iraquís, apoyados antes por EEUU, celebraron un referéndum de independencia el pasado 25 de septiembre. Lo ganaron con el 92% de votos favorables, pero la votación ha acabado resultando un problema: ha enfurecido a todos sus vecinos. «El referéndum ha aumentado la sensación de miedo de Turquía frente la cuestión kurda, sobre todo en Siria. Además, también ha complicado que los gobiernos occidentales apoyen la causa de un Kurdistán independiente», explica el analista Yezid Sayigh en un artículo en el diario pan-árabe Al-Hayat.

Con el Estado Islámico en retirada, los kurdos, ahora, marcan la agenda en Oriente Próximo.

INTENTO FRUSTADO EN IRAK

Los de Irak son, entre todos ellos, los kurdos que más lejos han llegado en su autogobierno. Cuando Estados Unidos echó a Sadam Husein, los partidos kurdos pactaron con los nuevos dirigentes de Bagdad una nueva Constitución, que les sirvió para, casi de facto, ser un Estado: controlaban fronteras, aeropuertos y pozos de petróleo. Gestionaban impuestos y tenían un ejército -los peshmerga- tan o más poderoso que el del Gobierno central iraquí. Y todo el mundo les apoyaba.

Pero el presidente kurdo, Mesoud Barzaní, decidió convocar un referéndum de independencia sin preguntar a sus vecinos. Desde entonces la crisis en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, es profunda. «Barzaní se pasó de frenada y sobreestimó demasiado sus posibilidades por las visitas regulares de líderes mundiales mientras luchaba contra el Estado Islámico. También se equivocó al asumir que esta lucha garantizaba el apoyo de EEUU, sin darse cuenta de que la estrategia del país en Irak podía cambiar», considera Kamal Chomani, miembro del Instituto Tahrir para las Políticas de Oriente Medio.

En vista de todo esto, sobre todo por la enorme presión turca y de Bagdad, Barzaní ha anunciado que dejará la presidencia del Kurdistán iraquí el miércoles y que le dará más poderes a su sobrino, el primer ministro.

PROMESA EN SIRIA

Los kurdos de Siria y los de Irak se han beneficiado enormemente de la lucha contra el Estado Islámico. Antes de la guerra, cuando Bashar el Asad controlaba el país, éstos tenían prohibido estudiar su lengua, rotular negocios si no era en árabe y, por supuesto, reivindicar aspiraciones de un mayor autogobierno.

Desde que empezó el conflicto, el régimen de Damasco perdió el control de Rojava -como se denomina la zona del Kurdistán sirio- y, ahora, les ha prometido a los kurdos sirios, cuando acabe el conflicto, autonomía total. Parecida, seguramente, a la que tiene el Kurdistán iraquí.

Pero no todo es bonito: entre los combatientes kurdos en Siria -que hace poco liberaron Raqqa del EI y que avanzan hasta las últimas posiciones yihadistas en Deir Ezzor- hay muchos militantes de la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), designada como terrorista tanto por Estados Unidos, la Unión Europea y Turquía. «Recep Tayyip Erdogan está determinado a evitar que los kurdos de Siria creen lo que él llamó un «pasadizo del terror» que llegue hasta el Mediterráneo. Por esto empezó, hace unas semanas, una operación militar para tomar la región siria de Idlib antes de que lo hagan los kurdos», dice el analista Yezid Sayigh en Al-Hayat.

GRAN REPRESIÓN EN IRÁN

Es en este país donde los kurdos tienen menos voz y más restringidas sus libertades. Aunque se les permite estudiar kurdo en la universidad, los líderes de esta comunidad -en su mayoría suní en un país oficialmente chií- son perseguidos, vigilados y encarcelados de forma constante.

El 2 de agosto del 2016, según Human Rights Watch (HRW), las autoridades del país ejecutaron a 20 kurdos iranís, con cargos de pertenecer a una organización terrorista y ser «enemigos de Dios». «Recibieron penas de muerte a través de un juicio injusto, después de ser sometidos a abusos y torturas mientras estaban en detención», afirma la asociación. Pocos días más tarde, asegura HRW, la policía detuvo e interrogó a otros kurdos sunís por haber criticado las ejecuciones.

LUCHA ARMADA EN TURQUÍA

Turquía tiene problemas con los kurdos en casa. Cada semana hay combates entre el PKK y el Ejército turco en el sur del país. Los dos líderes del partido prokurdo Partido Democrático Kurdo (HDP), el tercero en representación en el parlamento, están en la cárcel acusados de pertenecer a la guerrilla. Los detuvieron en noviembre del año pasado, y aún no han sido juzgados. «En los años 90, cuando Turquía empezó el proceso de unión a la UE a los kurdos del país se les garantizó el derecho a emitir en kurdo en televisión, de nombrar a sus hijos con nombres kurdos y a aprender su idioma en cursos privados», explican en un artículo de prensa Senem Aydin y Emin Fuat.

«Desde el 2009 el Gobierno de Erdogan empezó un proceso de paz con el PKK, pero falló en el 2015, cuando las tensiones entre el AKP -el partido de Erdogan- y el HDP se intensificaron. Los líderes del HDP, entonces, hicieron campaña para restringir los poderes del presidente». Erdogan cree que en Turquía lo importante no es ser ni turco ni kurdo. «El superior es el que está más cerca de Dios», dijo en un discurso. Una forma de captar votos de kurdos religiosos del HDP.