Cinco médicos españoles combaten en mitad del desierto las enfermedades graves de más de 6.500 prisioneros iraquís en el único campo de presos de guerra que queda en Irak. Lo dirige el coronel norteamericano en la reserva Alain Ecke y al lugar, no registrado en ningún mapa, le han puesto el nombre de Camp Bucca , en recuerdo del jefe de los bomberos neoyorquinos, Ronald Bucca, que murió el 11-S en las Torres Gemelas. "No sabemos si entre los prisioneros hay activistas de Al Qaeda", reconoce el viejo coronel.

CONVENCION DE GINEBRA

La mayoría de los presos son soldados y oficiales del Ejército iraquí que se rindieron o fueron hechos prisioneros. El teniente coronel norteamericano Roy Shere, que se ocupa de los asuntos civiles, jura que cumplen las disposiciones de la Convención de Ginebra sobre el tratamiento a los prisioneros. Los soldados alimentan y dan agua a los prisioneros y permiten la visita de la Cruz Roja dos veces a la semana.

Los prisioneros ocupan un área de un kilómetro cuadrado. Están encerrados en corrales de alambradas a razón de unos 300 reclusos por cada compartimento. Disponen de tiendas de lona que les permiten sobrevivir a los 40 grados centígrados y las tormentas de arena. En total, 1.850 marines se ocupan de vigilarlos. El martes pasado un soldado mató a un preso, pero Shere dice que el iraquí le quiso agredir con un tubo y el marine tuvo que abatirle a tiros.

VIBORAS Y ESCORPIONES

Aunque, según Shere, se cumpla la Convención de Ginebra, los médicos españoles no paran de atender gastroenteritis, picaduras de víboras y escorpiones, tuberculosis, heridas de guerra mal curadas y otras patologías derivadas de las pésimas condiciones que soportan. "Atendemos dos o tres casos de picaduras de escorpiones cada día", dice el teniente coronel Alfredo Villar.

Según el teniente coronel José Luis Fernández Espejo, jefe del Escalón Médico, en una semana han realizado 119 intervenciones sanitarias a los prisioneros, 8 de ellos muy graves. ¿Cuánto durará su misión? Nadie lo sabe.