Néstor Kirchner murió antes de completar el inevitable proceso de decadencia que socava los pilares de los procesos políticos. El matrimonio había perdido unas legislativas y gobernaba con cierta adversidad parlamentaria, pero estaba convencido de que podía remontar la cuesta en los comicios presidenciales del 2011. Los sondeos le estaban sonriendo al expresidente. De pronto, sucedió lo inesperado. Los analistas tratan ahora de descifrar señales. ¿Cristina se recostará en el sindicalismo o pactará con los barones del Partido Justicialista (peronismo)? ¿Dialogará con la oposición o se desplazará a la izquierda? Entre tantas especulaciones hay algo que emerge como verdad. El odio era una fuerza catalizadora. A muchos los unía el espanto Kirchner ya no está y muchos se han quedado sin libreto. Como dijo el escritor Jorge Asis, un enconado rival, se ha entrado en una "zona riesgosa de la incertidumbre".