Los israelís eligieron un mapa político marcado por la falta de un liderazgo claro, la importancia de las políticas sociales y una clara distinción entre derecha, izquierda y centro.

El laborista Amir Peretz se considera ganador porque ha invertido la tendencia a la baja de su partido a través de un programa centrado en los asuntos sociales. Así, el electorado ha dejado claro su rechazo a las políticas ultraliberales del Likud.

El Likud quedó herido de muerte cuando Sharon creó el Kadima. A su caída electoral ha contribuido la figura de Netanyahu, al que la mayoría de israelís no soportan. Los analistas aventuran que el Likud podría fusionarse con Yisrael Beiteinu y convertirse en un partido de extrema derecha.