Parecía ayer que el conflicto desatado en Honduras por el golpe de estado que derrocó al presidente Manuel Zelaya se fuera de fin de semana, en medio de un debate que ha saltado del país centroamericano para hacer oír sus ecos en todo el continente. Las comisiones nombradas por Zelaya y el presidente de facto , Roberto Micheletti, terminaron la primera fase de sus conversaciones en San José de Costa Rica como si fuera un partido de fútbol y sin haberse movido ni un ápice de sus áreas. Solo el mediador Oscar Arias confiaba en algún avance cuando los reúna la semana que viene. Las voces más airadas de la región gritaban que el indigno y tramposo diálogo "está muerto". Hasta Fidel Castro intervino.

La política de altura y la diplomacia internacional no cuajan en Honduras; y las presiones izquierdistas provocan sarpullido en este país familiar y bananero. Por eso el presidente de Costa Rica insistió: "Dejen que los centroamericanos resuelvan sus problemas". El presidente venezolano, Hugo Chávez --que se calló un par de días durante el viaje de Zelaya a Washington y su entrevista con Hillary Clinton le arrebató el peón y la pelota-- aprovechó el fracaso de las negociaciones para señalar el "grave error" de la jefa de la diplomacia de EEUU. "Un diálogo con los golpistas hondureños no es posible, es más bien indigno", dijo.

Su mentor, Fidel Castro, lo hizo con la pluma y fue, a sus 82 años, más atrás en la historia: "Honduras es hoy no solo un país ocupado por los golpistas, sino además un país ocupado por las fuerzas armadas de EEUU", afirmó rotundo.

LA GUERRA SUCIA El retirado gobernante cubano titula su artículo Muere el golpe o mueren las constituciones . En él recuerda que desde la base militar de Palmerola, situada a 100 kilómetros de la capital hondureña, EEUU dirigió la guerra sucia contra los sandinistas y también los ataques contra las guerrillas de El Salvador y Guatemala. "Allí se encuentra la Fuerza de Tarea Conjunta Bravo de EEUU, compuesta por elementos de las tres armas", precisa el exgobernante cubano. La conclusión a la que llega es que, si Zelaya no recupera su cargo, "una ola de golpes de Estado amenaza con barrer a muchos gobiernos de América Latina".