Los planes del presidente de EEUU, George Bush, para vacunar contra la viruela a 500.000 empleados de hospitales del país han chocado con la resistencia de estos centros y de su personal, escépticos sobre la amenaza de ataque bioterrorista que esgrime la Casa Blanca y temerosos de los efectos secundarios de la vacuna. Dos semanas después de iniciarse el programa, sólo se han vacunado 687 voluntarios en 16 estados.

Según un estudio del diario The New York Times , unos 350 hospitales se han negado a participar en la campaña de vacunaciones, 175 de ellos en Tejas, estado de Bush. Otros centenares no se han decidido aún, mientras los sindicatos de enfermeras de California, Massachusetts, Rhode Island y parte de Pensilvania han aconsejado a sus miembros que no tomen parte en las vacunaciones. Igual decisión ha tomado la Asociación de Enfermeras de Tejas.

LAS EXPERTAS

La vacuna "plantea problemas para proteger a mi familia y a los pacientes hasta que se cría costra sobre el lugar de aplicación, y no basta con ponerse una tirita", explica al The New York Times Linda Condon-McMahon, enfermera del hospital Brockton de Massachusetts. Igualmente, Margaret Preston, portavoz de la empresa propietaria del Centro Médico San Vicente de Little Rock (Arkansas), opina que la vacuna impulsada por Bush "pone en peligro a los pacientes y sus riesgos sobrepasan a sus beneficios".

La Administración de Bush no se arredra ante esta inesperada respuesta a unas vacunaciones que justifican como defensa ante un posible ataque terrorista con armas biológicas. "Estamos todavía en el comienzo de la campaña", sostuvo el jueves el portavoz de la Casa Blanca Scott McClellan.