Por unos días, el arrollador despliegue militar aliado en el Golfo ha cedido protagonismo a los maquiavelismos de la diplomacia. La alianza belicista y el frente de la paz han empleado todos los recursos a su alcance para debilitar al enemigo. El último ha sido la presentación del plan de George Bush para un nuevo universo sin Sadam. Como pretensión, un manual de estrategia que pronostica el fin del conflicto palestino-israelí con sólo que Sadam caiga. En realidad, un breviario con el que trata de convencer a los países árabes y, por ende, a los miembros más remisos dentro del Consejo de Seguridad de la ONU de que "los objetivos últimos en la región (del Golfo) no son imperialistas sino democratizadores", como asegura The Washington Post . En definitiva, para persuadirlos de que hay que ir a la guerra.

Pero el plan y las persistentes presiones del Pentágono no acaban de abrir una brecha apreciable entre los integrantes del bando del no a la guerra. El diario económico The Wall Street Journal daba como seguros los votos de Estados Unidos, el Reino Unido, España, Bulgaria y Pakistán. Pero la declaración conjunta mexicano-chilena de ayer en el Consejo de "continuar las inspecciones porque es una forma de desarme pacífico", quebró la cuenta de adhesiones de unos países que han mantenido una posición más bien errática. A Estados Unidos le queda, además, conquistar la voluntad de, por lo menos, dos de los tres países africanos del Consejo para alcanzar los nueve votos necesarios.

MEMORANDO Y VETO

La única manera de parar la segunda resolución de las Naciones Unidas sería entonces que Francia, China o Rusia ejerzan el derecho de veto. A pesar de los aspavientos del Elíseo y de las maniobras de la alianza del no --Francia, Alemania y Rusia-- para contener a Bush, el hecho de haber presentado un memorando como respuesta a la resolución apadrinada por Estados Unidos, Gran Bretaña y España, y no una resolución alternativa, da la impresión de que, en el fondo, nadie tiene intención de recurrir al veto, excepto el exprimer ministro francés Lionel Jospin, que no puede hacerlo.

Pero si las ofertas de última hora no han hecho mella en el frente de la paz, sí puede hacerlo el informe de 16 páginas que terminó ayer el jefe de los inspectores de desarme de la ONU, Hans Blix. Una cronología de las actividades llevadas a cabo en los últimos tres meses que se resumen en su demoledor comentario sobre los "muy limitados resultados" del desarme iraquí.

Desde Bagdad, llegó también otro mensaje desalentador para la paz. El presidente iraquí llamó a los iraquís a que "caven trincheras en los jardines de sus casas" para protegerse de unos bombardeos inminentes.

CAMPAÑA PROPAGANDISTICA

El frente del a la guerra, con el presidente José María Aznar erigido en el más activo "embajador" de la política de las cañoneras de Bush, intensificó su campaña propagandística. Aznar llevó ayer el mensaje tejano de Bush al Vaticano, donde, en vez de la frialdad del Elíseo, pudo experimentar una discreta reprimenda papal. Juan Pablo II pidió que "todas las partes implicadas, sin excepción, adopten decisiones justas y emprendan iniciativas pacíficas eficaces" que se inspiren en el derecho internacional. Claro que la amonestación era previsible puesto que, antes de llegar, el presidente español declaró al diario La Stampa : "Juan Pablo II sabe muy bien que nada se construye sin esfuerzo, que la paz no llega sola y que no cae del cielo".

LECCIONES PRESIDENCIALES

Ese tono aleccionador, Aznar lo empleó también con su mentor estadounidense. Desde la tribuna de The Wall Street Journal, Aznar le recomendó a George W. Bush que, si quiere ganar la batalla diplomática, tenga en cuenta sus análisis. "Le dije a Bush (que necesitamos) mucho Powell (el secretario de Estado considerado un paloma) y poco Rumsfeld (el secretario de Defensa, del sector más recalcitrante)".