Una pila de zapatos es lo primero que uno se encuentra al entrar en la sede de los Hermanos Musulmanes en El Cairo. Antes de acceder al piso, hay que descalzarse. El local está en la primera planta de un edificio estilo años 70, de fachada algo deteriorada, cerca del Nilo, sometido al control permanente de policías de paisano. En el salón principal del piso, de pequeñas dimensiones pero lleno de gente, un grupo de hombres cumplen, arrodillados, con la obligada plegaria del mediodía.

Hace algo más de un año que Mohamed Mahdi Akef ocupa el cargo de guía supremo de este movimiento islamista, que nació en Egipto en 1928 y que hoy está presente en varios países musulmanes. Akef pasó 20 largos años en la prisión durante el régimen del nacionalista Gamal Abdel Nasser.

"Los Hermanos Musulmanes son un grupo moderado. Nunca hemos utilizado las armas contra nuestro pueblo ni contra nuestro Gobierno", asegura a este periódico en su despacho, una habitación sobria y pequeña. "Nuestra lucha armada fue contra la ocupación británica del canal de Suez y la israelí de Palestina".

Los seguidores de Akef hace semanas que salen a las calles de El Cairo para exigir más libertad y reformas democráticas al presidente Hosni Mubarak. El desafío ha sido mayor si tenemos en cuenta que el grupo islamista fue ilegalizado, y las protestas callejeras están prohibidas desde que entró en vigor en 1981 el estado de excepción tras el asesinado de Anuar el Sadat.

Detenciones habituales

En las últimas manifestaciones, decenas de islamistas han sido detenidos. "Ya estamos acostumbrados a esto", dice Akef, un hombre menudo. "Este es un régimen dictatorial y policial, y los Hermanos Musulmanes creemos en la libertad, en la justicia y en la democracia, por eso el Gobierno no nos quiere", dice el líder islamista.

En sus 24 años en el poder, Mubarak ha mantenido a raya a los islamistas. No les ha permitido constituirse como partido político, pese a que actúan como primera fuerza de la oposición. Ocupan 16 de los 454 escaños de la Asamblea Popular, a la que accedieron al presentarse como independientes.

"El Gobierno nos tolera porque los egipcios son creyentes y nuestro mensaje es la religión. Nadie, ni los más poderosos, pueden acabar con la fe de la gente. Todo el mundo sabe que los Hermanos Musulmanes son la mayor fuerza en las calles de Egipto, y por eso hacen todo lo posible para que no sigamos creciendo", asegura enérgico Akef.

Los islamistas creen insuficiente la reforma constitucional anunciada este año por Mubarak: por primera vez, los egipcios podrán elegir presidente entre varios candidatos. Junto a los otros grupos de la oposición, los Hermanos Musulmanes exigen más cambios, como el levantamiento del estado de excepción, la limitación del mandato y del poder del presidente, la liberación de detenidos políticos y la reforma de la ley sobre la formación de partidos. Quieren ser legales para participar activamente en la vida política del país, que este año celebra presidenciales y legislativas.

La desconfianza

Sus detractores les echan en cara que reclamen derechos que ellos, si llegan al poder, serían los primeros en acotar. Akef lo niega. "La Shura (consejo consultivo) es el grado más alto de democracia, es una obligación dentro del islam", explica. "El jefe de los Hermanos Musulmanes, así como el resto de los puestos, se elige a través de elecciones libres y directas". En su opinión, el movimiento islamista "comparte con Occidente principios como la igualdad, la justicia, la democracia y la libertad del hombre".

Pero, para Akef "la libertad en Occidente es una libertad sin límite y nosotros nos oponemos a ciertos comportamientos, como la libertad sexual o la homosexualidad. Sólo aceptamos aquello que es conforme a la sharia" (ley islámica).

Límites a la libertad

El líder de los Hermanos Musulmanes asegura que, de acceder al poder, respetarían todas las creencias. "No nos oponemos a los que no creen en Alá", dice. Akef tiene palabras de elogio para el fallecido papa Juan Pablo II. "Era un hombre de principios, que defendió la libertad y los derechos humanos. Yo también he rezado por él", dice.