La situación mejora, sí, pero muy lentamente. Los problemas para la llegada de las miles de toneladas de material no llegan a resolverse del todo. La dificultad para las comunicaciones y las pérdidas humanas y materiales de las organizaciones que estaban ya en el país no favorecen la situación. Faltan vehículos, falta personal cualificado, falta, falta... Pero nada de eso mina el ánimo de tantos que hacen esfuerzos sobrehumanos para que el trabajo funcione.

El problema es que también se repiten las imágenes de la desesperación del pueblo haitiano. Esta tarde mi compañera Marta pasó por una situación muy peligrosa. Saliendo del almacén principal de comida, se ha encontrado con miles de personas que se acercan allí para suplicar o exigir, según su visión de la situación, comida y agua. La gente empezó a saltar sobre el coche. Por suerte para ella, un camión cargado de comida salía detrás, por lo que la han dejado para saltar encima de camión y ha podido salir.

Hoy pasé el día haciendo pruebas de reclutamiento a los enfermeros que necesitamos para nuestro proyecto de protección de los menores de un año y sus madres. Se ha tenido que hacer en la calle. Esas personas tienen una gran necesidad de explicar su situación. Se sientan apoyando los folios en sus rodillas e intentan abstraerse por un momento de lo que les pasa, y uno no puede sino quedar impresionado de la fuerza de estas personas que intentan seguir adelante. Pascal aún no ha sacado a su madre de las ruinas de su casa, Amandine es la única superviviente de su familia, Patrice llega cojeando, y así todos.

Hoy he presenciado dos escenas bastante intensas. La primera ha sido una pila de cadáveres en medio de la calle, colocada por los equipos de rescate a la espera de que alguien venga a recogerlos. El gesto desolado de mi conductor al verlos me hace notar que la gente está al límite de su resistencia mental.

La segunda escena ha sido ver cómo una supuesta oenegé de cuyo nombre no quiero acordarme llegaba en una furgoneta al campamento de Sainte Marie, abría las puertas traseras y lanzaba ropa usada a la multitud, que ha comenzado a gritar y pelearse. He pasado vergüenza ajena. Parece que todo vale, incluso trabajar sin planificación, llevando a los más desesperados a comportarse como bestias sin necesidad; reduciendo a escombros la dignidad que les queda. No solo necesitan agua, comida y ropa, están ávidos de respeto. Acción contra el Hambre hace un llamamiento a la asistencia humanitaria responsable.