Las torturas en la cárcel bagdadí de Abú Graib salieron ayer de nuevo a la palestra por las declaraciones de dos de las mujeres que protagonizaron el escándalo que soliviantó al mundo árabe en mayo pasado. La general estadounidense Janis Karpinski, antigua responsable del sistema carcelario en Irak, acusó ayer directamente a la Casa Blanca y al Pentágono de maniobrar para ocultarle los abusos que se cometían en la prisión. Por otro lado, la soldado Lynndie England, el rostro de la tortura, uno de los siete militares estadounidenses inculpados en el tormento a los presos iraquís, compareció en una audiencia preliminar en Fort Bragg (Carolina del Norte).

DECLARACION La exjefa de las cárceles iraquís explicó a la BBC Radio que un "testigo fiable" ha declarado que ella no sólo no estaba presente en las reuniones sobre las técnicas a seguir en los interrogatorios sino que "se tomaron medidas específicas" para asegurarse que ella no se enterara de los abusos. Karpinski, que hace un mes afirmó que el Pentágono la utilizó de "chivo expiatorio", fue relevada de su cargo cuando el escándalo salió a la luz, pero no ha sido acusada de ningún delito.

La general declaró ayer que las personas con "total conocimiento" de lo que sucedía en Abú Graib hicieron lo posible para que ella no se enterara. Preguntada sobre si esa maniobra incluyó a la Casa Blanca o al Pentágono, respondió: "Yo no he visto la declaración del testigo, pero todo indica que puede ser".

Mientras, en EEUU, la soldado England, famosa por aparecer sonriendo en fotos de torturas, acudió a una audiencia preliminar que decidirá si su caso debe ser llevado a un tribunal militar. Embarazada de siete meses, la joven, de 21 años, declaró que si posó fue porque sus superiores se lo pidieron y que fue felicitada por su comportamiento.

England puede llegar a ser condenada a 38 años de prisión y debe responder a 19 cargos, entre ellos maltratos y comportamientos sexuales indecentes.