Ayer, a primera vista, todo parecía normal en la capital de Georgia. Un mes después de que el Gobierno ordenase tomar por la fuerza las regiones irredentas de Osetia del Sur y Abjasia, a lo que Rusia respondió invadiendo el norte del país, la vida transcurría tranquilamente en las desordenadas calles de Tiflis.

Solo algunos panfletos pidiendo ayuda para los refugiados, los soldados de permiso y carteles en algunos autobuses con el lema de campaña ¡Stop Rusia!: Detengamos la agresión rusa contra Georgia recordaban la guerra que sacudió el Cáucaso el pasado mes.

Pero las consecuencias están ahí. El presidente de la comisión parlamentaria sobre las reparaciones de guerra, Shota Molashjia, estimó en 28,3 millones de euros las pérdidas provocadas por el conflicto, aunque otras instituciones elevan esta cifra hasta los 708,6 millones de euros. Los bancos han decidido no realizar nuevos préstamos a sus clientes por la urgente necesidad del Gobierno de dinero líquido para la reconstrucción del país. El comercio por la carretera que comunica el este y el oeste del país y el transporte por ferrocarril se reanudaron hace dos semanas y se han retomado las privatizaciones, pero aún pasará tiempo hasta que la economía se recupere.

Ahora el Gobierno vuelve a centrarse en sus mensajes a favor del desarrollo, el neoliberalismo y la "integración con Occidente".