Después de semanas de promesas y polémicas, los primeros militares salieron ayer de patrulla por las calles de varias ciudades italianas, junto con los carabineros y la policía nacional. Ignazio la Russa, ministro de Defensa, explicó que la medida pretende "dar a los ciudadanos una mayor percepción de seguridad" y quiso saludar a una de las primeras patrullas en servicio en Milán. En la capital del norte salieron 150 soldados, 400 en Roma, 50 en Palermo, 90 en Bari y 76 en Turín. Esta semana se incorporarán otros militares, hasta llegar a un total de 3.000.

Una parte sustituirá a las fuerzas del orden en la vigilancia de los lugares sensibles (embajadas y templos), otra integrará patrullas mixtas en las zonas más populares y un tercer grupo vigilará los perímetros de los 19 centros nacionales de acogida de inmigrantes clandestinos.

Tras una polémica pública de dos días, Defensa e Interior acordaron que en el centro de Roma no habrá militares, "para que no interfieran en la vida diaria de los ciudadanos", explicó el alcalde romano, Gianni Alemanno. Sin embargo, algunos medios italianos interpretaron que la decisión pretende no ahuyentar a los turistas y dar una mala impresión a nivel internacional.

La primera víctima de la operación Mayor Seguridad, prometida por los conservadores en la campaña electoral, fue un joven rumano en la estación de metro de Anagnina. Una anciana se acercó a la patrulla mixta: "Aquel joven acaba de robarme el bolso", dijo. Dos militares y un policía le cazaron a la carrera.

"Más personal significa más seguridad", dijeron algunos milaneses. Padua os ama , rezaba una pancarta de bienvenida. "Manos a la obra contra delincuentes y clandestinos para que venzan por doquier la ley y el orden", insistió Maurizio Gasparri, jefe de los senadores conservadores.

La oposición progresista cree que la medida del Gobierno conservador es una "fachada", contradictoria con el recorte del presupuesto de las fuerzas del orden de 3.000 millones de euros.

Pero no es la primera vez que el Gobierno italiano echa mano del Ejército. El 25 de julio de 1992, tras el asesinato de los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino por la Mafia de Sicilia, las autoridades enviaron hasta 7.000 militares a Palermo. El objetivo era acabar con el orgullo de los mafiosos que, a pesar de los asesinatos, se paseaban tranquilamente por la ciudad como si fuera suya.