La jefa de la oposición israelí, Tzipi Livni, dijo a principios de mes que con Binyamin Netanyahu al frente: "Israel se ha convertido en un Estado paria". No parece muy desencaminada. Netanyahu salió de la Casa Blanca sin una fotografía con el presidente Barack Obama, un apretón de manos público o una declaración conjunta, un tratamiento no muy distinto al que se otorga a su ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, en algunas cancillerías europeas. En Israel se ha descrito la visita de esta semana del primer ministro a Washington como un rotundo fracaso. La pregunta es cuánto aguantará Netanyahu en su desafío. EEUU exige concesiones inmediatas.

El primer ministro israelí sigue, de momento, fiel a la ideología de su partido (Likud) y su coalición, dominada por la derecha más radical y afín a los intereses de los colonos. Ayer dijo que si construye en la Jerusalén ocupada no es por satisfacer al moldavo Lieberman o al ultraortodoxo Eli Yishai, su ministro de Interior. Lo hace por convicción. "Yo mismo planeo seguir construyendo en Jerusalén como lo hicieron todos los primeros ministros antes que yo", declaró.

HECHOS CONSUMADOS No miente Netanyahu. El problema es que esta vez EEUU no parece dispuesto a seguir haciendo la vista gorda mientras Israel destruye las magras opciones de un acuerdo de paz con su política de hechos consumados. La percepción del Estado judío en Washington está cambiando. Hace diez días, el general David Petraeus, jefe del Comando Central de EEUU, declaró que "la impresión" de que su país favorece a Israel está dañando sus intereses en la región, socavando a sus aliados árabes y ayudando a que Al Qaeda e Irán ganen influencia. Declaraciones como esta habían sido hasta ahora tabú.

Durante su estancia en Was- hington, Netanyahu acordó con Obama ciertos gestos hacia los palestinos. El asunto se debatió ayer en una reunión junto al septeto de ministros que toman las decisiones de peso en el Gobierno israelí. Pero no se llegó a ninguna conclusión.

Esas concesiones pasan por liberar a presos palestinos, transferir a la Autoridad Nacional Palestina el control de zonas de Cisjordania o comprometerse a negociar sobre la base de una retirada a las fronteras previas a 1967. Pero aunque Netanyahu quiera, difícilmente podrá hacerlo con sus actuales compañeros de viaje. Muchas voces le piden que haga un hueco al partido de Livni en su coalición para darle un barniz más centrista y frenar el desprestigio de Israel. El primer ministro, según repitió ayer, no está por la labor.