El Gobierno surafricano no piensa ahorrar en medios para reducir la tensión con la comunidad blanca, en estado de total de excitación tras el asesinato el sábado del dirigente supremacista más emblemático Eugene Terreblanche, con tal de evitar cualquier tipo de enfrentamiento que pueda empañar el próximo Mundial de fútbol.

Anteayer fue el propio presidente del país, Jacob Zuma, quien pidió en televisión "calma". Y, ayer, algunos dirigentes de su partido, el Congreso Nacional Africano (CNA), se acercaron hasta Ventersdorp, donde residía Terreblanche, a presentar sus condolencias a la familia del que fue su máximo enemigo en los años 90. Y es que más allá de los pocos seguidores del Movimiento de Resistencia Afrikaner (MRA), el partido de Terreblanche, buena parte de la sociedad blanca está conmocionada por el asesinato.

En boca de periodistas y comentaristas aparece la cifra de los 3.000 granjeros blancos asesinados desde 1994, un dato que debe contextualizarse en las 18.000 muertes violentas, la mayoría de negros.