Ha mandado "al infierno" al presidente Hosni Mubarak; ha propuesto el bombardeo de la presa egipcia de Asuán; ha abogado por ahogar en el mar Muerto a los presos palestinos y por ejecutar a los diputados arabeisraelís que traten con Hamás. El padre de estos exabruptos es Avigdor Lieberman, la estrella emergente en la carrera electoral. Con una campaña centrada en los ataques xenófobos a la minoría árabe, este populista moldavo está llamado a ser la llave de la próxima coalición de Gobierno. Los sondeos sitúan a su partido, Israel Nuestro Hogar, como la tercera fuerza del Parlamento hebreo.

La carta ganadora de Lieberman, gorila de discoteca hasta que dejó su Moldavia natal para emigrar a Israel hace 31 años, es su eslogan de campaña: "Sin lealtad no hay ciudadanía". Aprovechando la furia despertada en Israel por las protestas propalestinas lanzadas por los partidos y la calle árabe durante la guerra de Gaza, Lieberman propone despojar de la ciudadanía a todos los que no juren lealtad al Estado sionista. Además, quiere dejar las zonas árabes de Galilea en manos de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) a cambio de las colonias judías de Cisjordania y echar a los partidos árabes del Parlamento.

Hace unas semanas, logró que estas formaciones fueran descalificadas de las elecciones, un veto que anuló el Supremo.

Su mensaje ha calado hondo tanto entre su electorado natural, el millón de rusos llegados a Israel tras la caída de la URSS, como entre los nativos israelís, sobre todo jóvenes. "Sus votos vendrán de las ciudades periféricas y los barrios desfavorecidos. Se llevará también el voto de protesta contra la crisis y el resultado político de la guerra en Gaza", afirma el analista de temas rusos, Zeev Hanim.

Por raro que pueda parecer, Lieberman, de 50 años y residente en un asentamiento de Cisjordania, no es ningún apestado. Formado en las filas del Likud, ha sido ministro con Ariel Sharon y con Ehud Olmert, que le hizo viceprimer ministro y le puso a cargo de la cartera nuclear para Irán. Tampoco funcionarios europeos como el español Javier Solana han tenido reparos en reunirse con él.

Cortejado por todos

Ahora, a vista de su éxito en los sondeos, los grandes partidos no dudan en cortejarle. Netanyahu le ha prometido una cartera importante en su eventual Gobierno y tanto Tzipi Livni como Ehud Barak se declaran dispuestos a trabajar a su lado en una futura coalición.

Más repulsión genera su racismo entre la prensa y los intelectuales. "¿Cuál es la diferencia entre su partido y los partidos fascistas de Europa? Es el mismo mensaje y las mismas técnicas, dirigidas a explotar los mismos miedos", escribía en el diario Haaretz el exministro Yossi Sarid.