La Casa Blanca reconoció ayer, por vez primera, que la vida del presidente estadounidense, George Bush, estuvo en peligro el 10 de mayo en Tbilisi (Georgia), cuando alguien arrojó una granada en dirección al podio donde pronunciaba un discurso. "El servicio secreto no lo consideró en peligro en ese momento, pero desde entonces, nos hemos enterado de más cosas", dijo el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, aludiendo a que la granada estaba cargada, al contrario de lo que se dijo en un principio.

Fue la policía de Georgia la que afirmó, tras el incidente, que la granada no estaba cargada. Además, explicó que no se trataba de una granada militar de fragmentación, sino de un simple aparato de ingeniería "que se encontró" en el podio de la Plaza de la Libertad y que había sido depositado allí para causar el pánico entre las miles de personas que acudieron a vitorear a Bush y al presidente georgiano, Mijail Saakashvili.

El presidente se enteró la noche del miércoles del peligro que había corrido. Pero su portavoz defendió a los agentes del servicio secreto encargados de proteger a Bush.