Un estudiante de 15 años muerto, dos policías detenidos y toda Grecia envuelta en la ola de disturbios más importante de los últimos 25 años. Las principales ciudades griegas, con el epicentro en Atenas, han vivido un fin de semana de auténtica batalla campal --que al cierre de esta edición seguía desatada y había causado al menos 10 heridos, entre ellos cuatro policías-- para alzarse contra lo que se perfila como un gravísimo caso de abuso policial. La muerte del joven parece haber abierto la compuerta de un descontento social larvado, alimentado por la crisis económica y la corrupción política en el país.

El estudiante Andreas Grigorópulos falleció el sábado por la noche cuando el policía Epaminondas Korkonéas, de 37 años, le disparó en el céntrico barrio ateniense de Exarchia, donde se ubican las universidades, en el contexto de una de las ya habituales protestas de grupos anarquistas contra la policía.

El enfrentamiento entre un grupo de 30 jóvenes y la policía se desencadenó cuando el vehículo policial patrullaba por el conflictivo barrio. La versión de la policía asegura que los agentes fueron atacados con piedras y bombas incendiarias cuando bajaron del coche, y que por eso un agente disparó tres veces su arma al aire y una de las balas alcanzó al menor.

Pero varios testigos presenciales perfilaron una sucesión de hechos completamente diferentes. Primero, puntualizaron que el joven fallecido, perteneciente a una familia rica, no tenía nada que ver con los manifestantes, y que los disparos no fueron intimidatorios sino directos y se llevaron a cabo "a sangre fría", en palabras de un taxista. El joven, herido de muerte en el estómago, falleció al llegar al hospital.

La fulminante detención de los dos policías, tanto del que disparó al joven como del que le acompañaba, y la contundencia de las acusaciones de la Fiscalía ponen en entredicho la versión policial. El agente Korkóneas está acusado de "homicidio voluntario" y su compañero, Vassilis Saraliotis, deberá hacer frente al cargo de cómplice. Pocas horas después del incidente, el ministro del Interior, Prokopis Pavlópulos, presentaba su dimisión al jefe de Gobierno, Costas Caramanlis, que no se la aceptó.

Los disturbios se desataron de forma tan rápida como violenta y, como si de una traca se tratara, fueron explotando de ciudad en ciudad: a Atenas le siguieron la norteña Salónica, Komotini, Ioannina, Patras e incluso la isla de Creta.

Banderas de Grecia ardieron en el lugar donde fue abatido el joven en Atenas mientras los manifestantes, cada vez más a medida que pasaban las horas, reventaban cristales de escaparates y prendían fuego a locales, como dos concesionarios de coches y un supermercado en el centro de la capital. Estampas por el estilo se repitieron en las otras ciudades griegas.

Protegidos con máscaras de gas --sabedores de que serían reprimidos con gases lacrimógenos--, cascos de motos, capuchas y pasamontañas que ocultaban su rostro, los manifestantes hicieron gala de una violencia inusitada. Llegaron a verse extintores industriales con los que atacar a la policía que los jóvenes arrastraban con carritos.

Los incidentes se prolongaron durante toda la noche del sábado y todo el día de ayer, con una concentración de más de 5.000 personas en el centro de Atenas.

"CASTIGO A LOS CULPABLES" Ante el cariz que tomaron las protestas, el ministro de Interior, que aseguró respetar el derecho de manifestación, prometió "castigar a los culpables" de la muerte del joven, aunque también dejó claro que las fuerzas de seguridad "cuentan con toda la confianza del Gobierno".

El alcalde de Atenas, que ha pedido que todos los comerciantes afectados sean indemnizados, ha pospuesto la apertura de la campaña comercial navideña por los graves desperfectos sufridos por muchas tiendas.