La historia se repite en Irak. Unos desconocidos dinamitaron ayer los dos alminares de la sagrada mezquita chií de Al Askari, en Samarra, feudo suní al norte de Bagdad. El santuario ya fue atacado en el 2006 y desencadenó la guerra que libran hoy extremistas sunís y chiís y que, según la ONU, se ha cobrado más de 35.000 muertos. La respuesta chií se produjo ayer mismo por la tarde y consistió en destruir cuatro mezquitas sunís, tres en el suroeste de Bagdad y otra en Iskandariya, a 60 kilómetros al sur de la capital.

Las fuertes explosiones se registraron a las nueve de la mañana hora local (las siete en España), en un intervalo de siete minutos cada una. Los alminares se derrumbaron como castillos de naipes. "Es un ataque terrorista, el segundo contra este mausoleo. Es una acción terrorista cuya finalidad es hacer estallar la violencia religiosa", afirmó Saleh al Haidiri, responsable de la fundación que administra las instalaciones religiosas chiís. Todo apunta a que en la acción participaron vigilantes de seguridad del recinto, ya que al menos 15 de ellos fueron detenidos.

El Gobierno impuso el toque de queda indefinido en Samarra y en Bagdad, a partir de las tres de la tarde. En un mensaje emitido por la televisión pública, el primer ministro iraquí, el chií Nuri al Maliki, acusó a los terroristas de Al Qaeda y a los grupos armados fieles a Sadam Husein, el exdictador ejecutado, de estar detrás del ataque.

El santuario de Samarra, ciudad de mayoría suní situada a unos 120 kilómetros al norte de Bagdad, es uno de los cuatro lugares más venerados por la comunidad chií. En el recinto religioso descansan los restos del décimo imán de esta rama de islam, Alí al Hadi, muerto en el año 868, y los de su hijo y sucesor, Hasán Askariya, fallecido en el 874, ambos descendientes del profeta Mahoma. En Samarra desapareció también Mohamed al Mahdi, el último imán, conocido como el "imán oculto" que, según la tradición chií, regresará para salvar a la humanidad.

LLAMADA A LA CALMA El 22 de febrero del año pasado, en un atentado similar, una fuerte explosión hizo añicos la cúpula Dorada de la mezquita. Ahora, ante el temor a una nueva ola de violencia, tanto el Gobierno como el principal líder espiritual chií, el ayatolá Alí Sistani, hicieron ayer un llamamiento a la calma y pidieron a la población que no caiga en la provocación y evite actos de venganza. Los 30 diputados fieles al clérigo radical chií Moktada al Sadr, que acusó a EEUU del atentado, abandonaron sus escaños en la Asamblea Nacional.