Hungría sigue atrapada en una profunda crisis política. El primer ministro, el socialdemócrata Ferenc Gyurcsany, acosado por la oposición que exige su renuncia, sigue resistiéndose a dimitir e intenta zafarse de la presión pidiendo al Parlamento del país un voto de confianza. No obstante, todo indica que Gyurcsany ganará esa moción, que se votará el viernes, pues el Partido Socialdemócrata y sus aliados liberales disponen de la mayoría con 220 de los 386 escaños de la Cámara.

"Pediré ese voto de confianza al programa del Gobierno para instaurar los equilibrios (económicos) y las reformas", dijo Gyurcsany, que volvió a hacer oídos sordos al ultimátum del partido Fidesz, el mayor grupo de la oposición, para que dimitiera.

Los líderes del Fidesz han hecho un llamamiento a la población para que el viernes vuelva a manifestarse si para entonces el primer ministro no ha dimitido.

El primer ministro pidió esa moción ayer, solo un día después de una elecciones locales en las que los votantes han castigado duramente a su partido. El Fidesz, el partido de la oposición conservadora, ha ganado en 18 de los 19 condados del país. Además, en 17 de las 23 ciudades más importantes los resultados dieron el poder a la oposición conservadora. Mientras, a la coalición de socialdemócratas y liberales que Gobierna el país solo le queda el consuelo de conservar la alcaldía de Budapest.

TERREMOTO POLITICO Esta sucesión de hechos demuestra que Hungría sigue sin poder dejar atrás el terremoto político que se produjo en este país cuando el 17 de septiembre la radiotelevisión pública difundió una grabación en que el primer ministro reconocía ante miembros de su partido "haber mentido día y noche" a los ciudadanos húngaros sobre la situación económica del país. Eso generó cuatro noches de disturbios y 10 días de protestas ante el Parlamento.