Haití, el país más pobre del hemisferio occidental, se apresta a tomar conciencia, en los días a venir, de una de las peores tragedias sucedidas en las últimas décadas, cuando vaya descubriendo las verdaderas dimensiones del violento temblor de tierra de 7,3 grados en la escala de Richter que el martes sacudió Puerto Príncipe, la capital, y su periferia sur. Según aventuró el primer ministro haitiano, JeanMax Bellerive, el balance de víctimas superará de largo "los 100.000 fallecidos", mientras que el número de afectados rondará los tres millones, sobre una población total de nueve.

Dadas las reducidas dimensiones del país caribeño, será a buen seguro una tragedia con un impacto local mucho mayor que la ola gigante que hace poco más de cinco años expandió la muerte en 14 países ribereños del océano Indico. "Es increíble; hay que verlo para creerlo", confesó el presidente haitiano, René Preval, visiblemente abrumado por la tragedia.

EDIFICIOS DESPLOMADOS Los presuntamente sólidos muros de la sede de la misión de paz de la ONU (MINUSTAH) cedieron ante la violencia de la sacudida telúrica, de 7,3 grados en la escala de Richter, cuyo epicentro se situó muy cerca de la ciudad, concretamente a 15 kilómetros en dirección sur, y relativamente cerca de la superficie, lo que redobló su potencia destructiva. En el interior del edificio de la ONU se hallaban entre 115 y 200 personas, incluyendo al jefe de la MINUSTAH, el tunecino Hedi Annabi, y su adjunto. Anoche se les daba a ambos por desaparecidos. Un total de 14 cadáveres habían sido recuperados.

No fue el único edificio oficial que se desplomó. En la larga lista de construcciones venidas abajo se encuentra la prisión principal de la capital haitiana --lo que permitió la huida de algunos de los detenidos--, el palacio presidencial, el Parlamento con su presidente dentro, la oficina de Hacienda, el Hospital Trinité, varios ministerios, el edificio rosado de la Catedral, el arzobispado, la residencia de la embajada de Francia, además de viviendas, centros comerciales, bancos y edificios de oficinas, cuyos escombros ocupan ya buena parte de la calzada. En la amplia plaza ajardinada que circunda el palacio, cientos de personas se instalaron, sin hogar o temerosas de regresar a ellos.

TEMOR A LAS REPLICAS "La gente se reúne en las calles, enciende fogatas e intenta ayudar a sus vecinos; cuando la gente ve el logotipo de Médicos sin Fronteras (MSF), corre a solicitarme ayuda, quieren que vea a sus familiares y vecinos", relata uno de los jefes de misión de MSF en Haití. Miles de personas deambulaban por las calles o acampaban en las plazas de la ciudad por temor a nuevas réplicas y en espera de ayuda. En la parte alta de la ciudad, donde cientos de edificios se han derrumbado, la población se agrupa en espera de socorro, mientras tratan de colaborar en las tareas de rescate.

CADAVERES PUDRIENDOSE Tapados con sábanas, se observaban muchos cadáveres pudriéndose al sol tendidos por todas partes. Muchos de los cuerpos son evacuados por los mismos ciudadanos, que buscan un lugar donde depositarlos.

"No hay ningún medio que haya sido puesto a la obra" (para el rescate de los atrapados bajo los escombros, NDR), explicó el embajador de Francia en Haití, Didier le Bret. "Va a haber que realojar a dos millones de personas; la gente está en la calle y van a pasar la noche en la calle; solo algunos de ellos, gracias a su buena voluntad, buscan cadáveres bajo los escombros", explicó. "Vemos aparecer una pierna o un brazo en los montones de hierro y hormigón; es espantoso", describió el diplomático francés. Las principales oenegés con personal desplazado en el país están experimentando enormes dificultades para mantener la comunicación con sus equipos desplegados sobre el terreno. Kristie van de Wetering, cooperante de Oxfam-Internacional, habló de una "capa de polvo que cubre toda la capital". "Podemos oír a la gente pidiendo ayuda desde todos los rincones; se están produciendo réplicas y la gente está muy nerviosa", dijo.

Los primeros datos de fallecidos entre la comunidad de funcionarios extranjeros y oenegés hablan de numerosas víctimas. El Ejército brasileño confirmó la muerte de una médico en misión humanitaria y de 11 de sus soldados. Otros siete militares de la MINUSTAH se encuentran en paradero desconocido. La directora del Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), Helen Clark, informó de que 38 miembros de su personal también estaban desaparecidos al derrumbarse sus oficinas.

Médicos sin Fronteras informó de que sus instalaciones de asistencia en Puerto Príncipe han resultado muy dañadas por el virulento terremoto. Ello no ha impedido que fueran atendidos unos 1.000 heridos, la mayoría de los cuales presentaban heridas traumáticas y fracturas, así como algunas quemaduras como consecuencia de las explosiones de gas y los incendios que siguieron al temblor de tierra ocurrido el martes.