Una semana después del inicio de la guerra en Gaza, ni Hamás ni Israel tiran la toalla, pero al menos, ayer, por primera vez, su ímpetu belicoso se redujo ligeramente. No lo hacen sin embargo, las amenazas de uno y otro bando. Mientras miles de palestinos salían en Cisjordania a protestar por la ofensiva israelí y la calle árabe se solidarizaba con el sufrimiento de la franja, Hamás amenazó con reanudar los atentados suicidas en Israel. Desde el otro lado de la cárcel al aire creada por el bloqueo israelí en Gaza, un militar hebreo aseguró que la ofensiva continuará hasta lograr sus objetivos.

En las principales ciudades cisjordanas los palestinos se echaron a la calle. Unos respondían a la "jornada de ira" convocada la víspera por Hamás; otros a las movilizaciones de la sociedad civil. Pero Israel no se lo puso fácil. En Jerusalén desplegó a miles de policías y en Cisjordania echó el cerrojo, restringiendo la movilidad entre las capitales y vetando los accesos a la ciudad santa. En algunos lugares hubo encontronazos con la policía hebrea, mientras en Ramala, sede de la mayor manifestación, seguidores de Hamás y Al Fatá llegaron a liarse a puñetazos.

IRA E IMPOTENCIA La impotencia y la ira de los palestinos es inmensa. Tanto hacia el Estado judío como hacia la propia Autoridad Palestina. Ramala ha suspendido las negociaciones de paz con Israel y trata de promover un alto el fuego a través de la Liga Arabe, pero nada han gustado las palabras de su presidente, Mahmud Abbás, culpando a Hamás de la ofensiva israelí. Su imagen, ya desprestigiada, está por los suelos. "Abbás trabaja codo con codo con los israelís, es un colaboracionista y ve en lo de Gaza una oportunidad para deshacerse de Hamás", decía ayer un palestino de Jerusalén.

En el frente bélico, Israel bombardeó más de una treintena de objetivos en Gaza, principalmente casas de miembros de Hamás, además de una granja de pollos y la séptima mezquita. Los bombardeos mataron al menos a nueve palestinos, cinco de ellos niños. La escena más cruel aconteció en Jan Yunis. Tres hermanos fueron alcanzados por un misil mientras jugaban en la una calle. Con ellos son ya 430 los palestinos muertos y 2.200 los heridos. Según fuentes de Gaza hay al menos 125 víctimas civiles y cientos de casas han sido arrasadas o dañadas por los bombardeos. Todo esto en pleno invierno, sin luz, apenas agua, y con la comida disparada de precio, en un territorio donde más de la mitad de la población vive con menos de dos euros al día.

Hamás insiste en lanzar cohetes contra Israel, que en siete años han matado a 21 personas y a cuatro desde que comenzó esta guerra tan asimétrica. Una treintena cayeron ayer sobre Sderot y Askelón sin provocar heridos. Miles de personas acudieron a despedir en Gaza al capitoste islamista, Nizar Rayan, abatido la víspera junto a ocho de sus familiares por un misil israelí. Durante los responsos un portavoz de Hamás amenazó con vengar su muerte con atentados suicidas, una estrategia aparcada por los fundamentalistas desde 2005, con la intención de acercarse a Occidente y mejorar su imagen. "Todas las opciones están abiertas, incluidas las de martirio", dijo Radwan.

La ofensiva israelí cuenta con la bendición de EEUU. Su secretaria de Estado, Condoleezza Rice, dijo ayer que su país trabaja para lograr una tregua "sostenible y duradera", pero también afirmó que se busca un alto el fuego que impida a Hamás seguir lanzando cohetes.

Israel, mientras tanto, autorizó la salida de Gaza de 440 personas con pasaporte extranjero, la mayoría palestinos con doble nacionalidad o mujeres casadas con residentes de la franja.

Lo que se mantiene, aunque con matices, es el veto a la prensa extranjera. Forzado por una decisión del Supremo, Israel autorizará la entrada en Gaza a ocho periodistas extranjeros, una nimiedad porque hay más de medio millar acreditados.