Los sondeos a pie de urna indican que no ganó las elecciones legislativas, pero el movimiento islamista Hamás tomó casi al asalto, con una legitimidad democrática exquisita, el Parlamento de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), al lograr entre un 30% y un 40% de los votos en la primera vez que concurría a estos comicios. Al Fatá, el partido del presidente Mahmud Abbás, alias Abú Mazen , resistió con cierta entereza la fulgurante ascensión de Hamás y las encuestas le atribuían al cierre de esta edición entre un 40% y un 46% de los votos. A falta de los datos definitivos que pueden hacerse esperar hasta el viernes, está claro que el movimiento islamista pasa a ser una fuerza decisiva en la ANP, la política palestina y el diálogo con Israel.

En un día frío y desapacible en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, los palestinos dieron, en palabras de Abú Mazen, "un festival democrático", al votar el 77,6% del electorado. Hamás y Al Fatá enviaron sus bases a los colegios electorales armados tan sólo con banderas y propaganda electoral. Las enseñas verdes (Hamás) y amarillas (Al Fatá) dieron una festiva nota de color en una jornada en la que los 13.000 policías desplegados en 1.008 colegios electorales fueron los únicos que portaron armas. El caos de los últimos meses protagonizado por las facciones armadas dio paso a una lección de sensatez democrática inédita en los países árabes. Incluso en Jerusalén Este, un lugar especialmente delicado por las dificultades que siempre supone para los palestinos votar en la ciudad anexionada por Israel, el cierre de las oficinas postales tuvo que retrasarse dos horas por las colas de votantes a última hora.

MILES DE CIUDADANOS Así, cientos de miles de palestinos votaron para abrir "una nueva página en la historia palestina", en palabras del primer ministro, Ahmed Qurei. Porque los territorios ocupados se levantarán hoy sabiendo que al menos un tercio del electorado vota a Hamás y que la voz islamista en favor de la resistencia armada contra la ocupación israelí y de una sociedad basada en la ley islámica será imprescindible en los próximos años. Al Fatá sabe que la época de un control omnímodo de la sociedad palestina se acabó y que cuenta con una oposición inédita hasta ahora.

La gran duda es la distribución por escaños --los sondeos le daban 58 a Al Fatá y 53 a Hamás de los 132 del Parlamento-- y, por tanto, si Abú Mazen se verá obligado a contar con los islamistas en el Gobierno. El primer ministro interino israelí, Ehud Olmert, recordó ayer que Israel nunca negociará con un Gobierno del que forme parte Hamás. Si a nivel externo el resultado crea un gran desasosiego en la comunidad internacional, a nivel interno la sociedad palestina se garantiza un control inflexible que dificultará el nepotismo y la corrupción que ha caracterizado el régimen de Al Fatá.

En el saco de las malas noticias hay que señalar que las urnas prueban que la creciente islamización de los territorios es un hecho y que la presencia de Hamás en las instituciones de la ANP abre un gran espectro de excusas a las que Israel se podrá acoger para ralentizar el proceso de paz. Abú Mazen será presionado desde hoy por EEUU, la UE e Israel para que desarme a Hamás, pero los islamistas son más fuertes que nunca.