El nombre de Al Mashtal sigue provocando escalofríos a muchos palestinos. Durante los años de hegemonía de Al Fatá en Gaza, cientos de personas fueron sistemáticamente torturadas en este centro de detención a cargo de los temibles servicios de espionaje. Pero las tornas han cambiado. Los verdugos de antaño son ahora las víctimas y decenas de activistas del partido del presidente Mahmud Abbás, detenidos en las últimas 72 horas por las fuerzas de seguridad de Hamás, saturan hoy esas celdas teñidas de infamia.

Este corresponsal tuvo ayer acceso al interior de Al Mashtal, por cortesía de Hamás. Los islamistas quieren demostrar que ni practican la tortura ni tratan de aplastar con redadas masivas a la oposición. Su único objetivo, aclaran, es identificar a los culpables del caos generado en el homenaje a Arafat del lunes, en el que murieron siete civiles.

Nada más entrar, un prisionero lloriquea con la cabeza pegada a la pared. Un pañuelo con la bandera palestina le cubre los ojos. No lleva esposas ni grilletes pero el miedo traspasa su rostro. Otros detenidos, también con la vista tapada, aguardan como estatuas en los pasillos y las salas de interrogatorio.

A Yail Zied, de 46 años y militante de Al Fatá desde los ochenta, lo arrestaron el martes a la una y media de la tarde. "No recibí orden de detención, dos coches de policía llegaron a mi casa y me arrestaron. Mis hijos se asustaron mucho", explica desde una sala de detención. Se le acusa de ser uno de los organizadores de la marcha del lunes. Según Al Fatá, más de 400 de sus militantes han sido detenidos, pero Hamás cifra el número en unos cien, la mitad, ya liberados.

El espacio es ínfimo. Seis hombres por calabozo. "La intención de estos arrestos --opina Yail-- es romper la moral de Al Fatá". Fuera, cientos de correligionarios viven desde hace tres días en la clandestinidad. Los verdugos son hoy los corderos y el miedo se ha apoderado de Al Fatá.