El presidente checo Vlacav Havel entregó ayer el poder al primer ministro, Vladimir Spidla, y al presidente de la Cámara de Diputados, Lubomir Zaoralek, quienes compartirán desde hoy la mayor parte de los poderes presidenciales, debido a la ausencia de un sucesor elegido por el pueblo.

En su despedida, Havel deploró que su sucesor no hubiera sido elegido aún, pese a las dos tentativas del Parlamento, el 15 y 24 de enero, en las que ningún candidato logró los 141 votos necesarios para ser elegido.

Havel, de 66 años, autor teatral reconocido y fundador de la Carta 77, primer manifiesto en la Europa del Este en favor de los derechos humanos, representa mejor que nadie en la Europa poscomunista el triunfo de la honestidad y la resistencia frente al antiguo régimen, pese a que sus logros en terreno del pragmatismo político no fueron relevantes.

Perseguido y represaliado por el régimen comunista, después de la Primavera de Praga (1968), Havel se forjó como disidente y fue el héroe de la revolución de terciopelo (1989), lo que le llevó, a su pesar, a presidir Checoslovaquia de 1989 a 1992 y la República Checa desde 1993 hasta ayer.

Las ceremonias de despedida incluyeron la entrega de flores sobre las tumbas de las víctimas del comunismo y en las estatuas de Tomas Garrigue Masaryk, primer presidente del país en 1918, y en la del patrón de los checos, San Wenceslao. Anoche, Havel preveía dirigirse por última vez a la nación como presidente.