El coronel Carmelo Burgho puede que esté vivo de milagro. Lleva sólo una semana al mando de los carabinieri instalados en Nasiriya y el miércoles había ido a Basora, donde se encuentra el cuartel general de la División Multinacional sur --bajo mando británico y al que pertenece el contingente italiano-- para las debidas presentaciones. "Cuando llegué allí me dijeron que se acababa de producir un atentado contra mis hombres. Regresé inmediatamente. La escena era dantesca. Había cuerpos esparcidos por doquier", explica.

Los cadáveres han sido retirados, pero el ambiente sigue siendo sobrecogedor. De las tres plantas del complejo sólo queda el esqueleto. Algunos vehículos militares yacen enfrente convertidos en una chatarra de hierro retorcido. Un enorme cráter frente a la entrada muestra claramente el lugar donde el suicida hizo estallar el camión. Un intenso olor a quemado lo impregna todo. Soldados del Ejército italiano y carabinieris deambulan por el lugar con el rostro compungido. Algunos, apenas logran balbucear una palabra.

BASE SECUNDARIA El cuartel de los carabinieri estaba dividido en dos partes, a una y otra orilla del Eufrates. El complejo atacado era el más pequeño. "Era una base secundaria. Aquí sólo había 70 personas. En el de enfrente había 750", señala Burgho.

El jefe de los carabinieri explica que, aunque las tareas de rescate ya han terminado, se siguen examinando los escombros por si queda algún resto humano. "Esta mañana aún hemos encontrado un brazo", dice. Entre las víctimas se encuentran dos civiles italianos: un cooperante y un director de cine que rodaba una película. Aunque son al menos nueve, el número exacto de civiles iraquís muertos en el atentado quizá no se llegue a saber. "Nos tememos que pueda haber cuerpos en el río. Algunos iraquís venían aquí a pescar. Hemos pedido ayuda a los ingenieros británicos para rastrear el río", explica el coronel.

Los detalles del atentado son aún confusos. "La mayoría de los testigos están muertos. Dos de los heridos vieron lo ocurrido: un agente que estaba en la azotea del edificio y un guardia que estaba abajo. Pero sus versiones difieren. Es natural, dadas las circunstancias", se lamenta Burgho.

Aunque había puestos de control en los accesos, el cuartel no era un recinto fortificado. "Queríamos estar en la ciudad y mantener el contacto con la población", dice el jefe de los carabinieri. "Aquí, las circunstancias eran distintas de Bagdad", subraya el coronel Gianfranco Scalas, portavoz del contingente militar italiano. El británico John Bard, jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición en la zona, asegura que "las medidas de seguridad serán revisadas en toda la provincia".

"UN ACTO CRIMINAL" Es fácil comprobar en la calle que Mascia tiene razón. En la ciudad no se habla de otra cosa y nadie dice nada malo de los italianos. Nasiriya está conmocionada. "Los italianos nos protegen y son muy amables. Cuando pasan, sonríen; y respetan nuestras costumbres mucho más que los norteamericanos. Lo que ha ocurrido es un acto criminal", afirma Mustafá Saad en una tienda de electrodomésticos. Varios clientes asienten y le dan la razón.

Naser al Jashamia tenía la mala suerte de vivir frente al cuartel. Su casa ha quedado muy dañada y cinco de sus familiares resultaron heridos, dos de ellos (su hija menor y su cuñada) de gravedad. Con gran entereza dice: "Nunca nos sentimos en peligro. Teníamos una buena relación con los italianos. A pesar de todo, sigo muy contento de que Sadam ya no esté. Ahora podremos respirar".