Sobre la cama del hospital, Robert, de seis años, se agita nervioso, trata de levantarse, de huir. Oye y entiende perfectamente lo que se le dice, pero se niega a abrir los ojos y llama a su madre, ignorando que ella está muerta desde el viernes. En estado de shock y estrés agudo, Robert necesitará una terapia de muy larga duración.

Este es el diagnóstico de dos psiquiatras infantiles, Zara Arbieva y Diana Guluieva, que ya han realizado las primeras visitas en el servicio de cirugía del hospital de niños de Valdikavkaz, donde fueron llevados casi todos los menores de edad heridos en el colegio de Beslán.

Refuerzos desde Moscú

Un equipo del instituto psiquiátrico de Moscú ha venido hasta aquí para ayudar a los terapeutas locales, que no dan abasto. Son un pequeño grupo de médicos, capaces de ayudar "en caliente" a las jóvenes víctimas traumatizadas.

Era el primer día de escuela y debía ser una gran fiesta para Robert. El niño, herido de una bala en el pecho, salvó la vida gracias a que su madre lo sacó por la ventana, relatan miembros de la familia. Ellos rodean la cama de Robert y no pueden contener las lágrimas cuando el pequeño llama a su madre, pues ella ya no vendrá.

Riesgo de neurosis

Tras un periodo de agitación, que se tratará de contener con sedantes, vendrá una larga etapa de gran debilidad en su sistema nervioso, con importante riesgo de neurosis, y Robert deberá seguir una terapia durante al menos un año, explica la doctora Arbieva. Pero sus facultades intelectuales, como la memoria, no se verán afectadas.

A largo plazo, el riesgo psicológico es mayor para los que parecen serenos, como Aslán, de 14 años, aún con el suero intravenoso, que no se mueve ni un centímetro de la cama y cuyo semblante es totalmente inexpresivo. Los niños que se encierran en sí mismos y rechazan todo contacto, hundiéndose en una especie de autismo, corren el riesgo de secuelas psicológicas y mentales graves, que pueden llegar hasta la psicosis aguda, "negativista", explica la doctora Guluieva.

En otros términos, se trata del rechazo a comunicarse con el mundo real. A estos pacientes, primero habrá que aplicarles una terapia sedante, y luego una larga psicoterapia, en la que será esencial el apoyo de la familia.

"Muchos de los niños han perdido a su madre, lo que hará su curación más larga y difícil", dice la doctora Arbieva.

Entre las batas blancas de los pasillos del hospital, aparecen de repente tres sotanas negras. Tres curas ortodoxos, guiados por un joven dignatario que lleva una enorme cadena en el cuello, entran en las habitaciones donde los pacientes están conscientes y allí reparten palabras de consuelo, libros de oraciones, imágenes piadosas y pequeñas cruces de madera. Se trata de otra clase de terapia psicológica, acogida con reconocimiento y gratitud por las familias de las pequeñas víctimas.

Entre las ruinas

Mientras tanto, entre las ruinas de lo que fue la escuela número 1 de Beslán, pasean grupos silenciosos. Muchos no pueden contener el llanto mientras depositan flores. La pequeña Alana, de 12 años, no dice nada. Sólo que ella va "a otro colegio", como si quisiera justificar por qué está viva.