A Andrei Krasnov, de 17 años, le reclutaron después de un partido de fútbol. Estaba ya medio desnudo, celebrando la victoria de su equipo con un grupo de compañeros y no sabía dónde dormir en Moscú. El último tren a su ciudad natal, Vladimir, a 180 kilómetros al noreste de la capital, ya se había ido.

"Cuando salíamos del estadio, se nos acercaron unos chicos que me ofrecieron alojamiento y billetes a cambio de hacer un trabajo", rememora Andrei para añadir: "Tenía que participar en manifestaciones en Moscú". Para el alumno del último año de una escuela laboral de Vladimir fue un toque de la fortuna. El futuro de un joven medio ruso de una ciudad provincial actualmente no es nada prometedor. Muchos, a sus 20 años, ya son drogadictos o alcohólicos, mientras sus compañeros más afortunados sueñan con encontrar un trabajo en Moscú.

Estos desesperados se han convertido en la principal clientela del movimiento juvenil Nashi (Los Nuestros). Esta fuerza fue creada en el 2005 a imagen del ala juvenil del Partido Comunista de la época de la URSS, con el fin de instaurar en las mentes y los corazones de la juventud el culto a la figura de Putin.

Camisas con retrato

Tienen entre 17 y 21 años. Visten camisas rojas o blancas con el retrato de Putin. Se pintan la cara con los colores nacionales, manejan armas y siempre cuentan con la autorización del poder para cualquier manifestación en contra de los dos principales enemigos del presidente: Occidente y la OTAN. Recurren a la violencia y son los únicos capaces de concentrar a 300.000 activistas.

Nashi suele traer a sus marchas en Moscú a gente de provincias a la que paga el viaje y la comida. A los más activos y persistentes les regala móviles, becas e incluso viajes a un balneario. Tras solo dos años de existencia, el 20% de los rusos dicen que conocen las acciones de Nashi, un porcentaje inalcanzable para las demás --escasas-- organizaciones de la juventud rusa.

Antes de ingresar, los aspirantes son interrogados sobre su actitud ante la política de Putin, la guerra en Chechenia, la economía y las relaciones internacionales. Los recién llegados reciben clases de propaganda. Aunque el Kremlin ha afirmado que Nashi es una fuerza independiente, el movimiento fue creado por Vasili Yakemenko, de 36 años, exempresario y exjefe del departamento para contactos con organizaciones no gubernamentales de la Administración del Kremlin.

Vacío en los 90

En la URSS existieron organizaciones juveniles que blindaron la existencia del gran hermano. Todas desaparecieron con la caída del régimen, en 1991. En los turbulentos 90, nadie se ocupaba de movimientos juveniles hasta que el maquiavélico vicejefe de la Administración de Putin, Vladislav Surkov, decidió resucitar la idea de una fuerte organización juvenil.

El objetivo principal era popularizar los nuevos conceptos radicales del Kremlin que Putin todavía no se atrevía a defender sin evasivas frente a las acusaciones de Occidente de retroceso de la democracia en Rusia. Surkov es el autor de la teoría de la "democracia soberana" que justifica el creciente control estatal sobre todas las esferas. Así nació una fuerza antieuropeísta y antiestadounidense.

El ambicioso proyecto de los asesores del presidente va más allá de obtener un fiel portavoz de sus inventos ideológicos. El objetivo consiste en instruir una generación que ocupará los cargos de la Administración en la próxima década, garantizando así la continuidad del autoritario curso de Putin.

"Lo que más atrae a los jóvenes es la perspectiva de convertirse con el tiempo en funcionarios. Para los activistas de Nashi, ser hombre de Estado es mucho más prestigioso que ser empresario", explica Gueorgui Satarov, director del centro de estudios Indem.

La última víctima es el excampeón mundial de ajedrez Garri Kaspárov, posible candidato de la oposición al Kremlin en las presidenciales del 2008. Los activistas de Nashi usaron su fotografía como blanco para ejercicios de tiro.