Los ancianos chinos son supervivientes contumaces, sus biografías hilan guerras civiles, hambrunas y desvaríos maoístas. El país es vasto pero las historias son similares. China sufrió y progresa homogéneamente. La historia de Tang Shou Yu, de 81 años, no es, pues, extraordinaria.

Nació en un pueblo al norte de Pekín. En 1946, la guerra civil acababa tras más de 20 años. El pueblo fue "liberado" de los nacionalistas sin un tiro. Como fue norma, se derogó el feudalismo y se dio la tierra a los campesinos, siervos hasta entonces. Tres años después, Mao fundaría la República Popular China.

"Los terratenientes más poderosos fueron ejecutados; el resto, golpeados. Los ataban y les pegábamos para no parecer sospechosos. No todos eran malos; algunos solo eran ahorradores. Los soldados les preguntaban dónde escondían su dinero para compartirlo con el pueblo. Si se negaban, morían. Un vecino se suicidó después de que fueran cada día a pegarle e insultarle a casa. Los más pobres eran los más felices: lograron tierras y comida".

Escasez de comida

Con el Gran Salto Adelante (1958-1960), Mao pretendía superar la producción de acero del Reino Unido. Abrió hornos en cada pueblo e impuso cuotas. Los campesinos terminaron por tirar los aperos de labranza. "Teníamos que dar incluso las llaves o las sartenes. Venían a menudo a casa a registrarnos. Miraban también tu chimenea: si salía humo, es porque cocinabas", relata.

La campaña coincidió con grandes sequías y acabó con la peor hambruna de la historia moderna: entre 20 y 30 millones de muertos. "Al principio, en los comedores comunes había de todo: verdura, tofu, arroz... Después empezó a escasear. Para sobrevivir escondíamos algo de lo que cultivábamos, arriesgándonos a grandes castigos. Muchos murieron de enfermedades, como mi tío después de dos meses comiendo solo boniatos. Los hombres recibían 15 kilos de comida al mes; las mujeres, 10; los niños, 3. Era imposible vivir con eso. Mi marido era cocinero en la fábrica y robaba algo de comida para nuestros cinco hijos".

Los desastres de la campaña debilitaron a Mao. Para purgar a los moderados ideó la Revolución Cultural (1966-1976), oficialmente un intento de reverdecer las viejas esencias. Fueron años de caos y esquizofrenia. Hordas de jóvenes fanáticos (guardias rojos) siguieron a Mao como jueces de la pureza y con carta blanca para sus desmanes. Se fomentaba la delación. Las torturas y muertes eran habituales. La élite intelectual fue obligada a trabajar en el campo, ejecutada o inducida al suicidio.

"Tres de mis hijas eran guardias rojas. Fue un orgullo porque no era fácil: debían ser buenas estudiantes y tener el certificado de pobreza. Pegaban a los ricos y les destrozaban las casas. Aquí, en el lago Hou Hai, había palizas diarias ejemplarizantes. A mi marido le salían unas ampollas enormes al cargar ladrillos. La gente decía que si tenía problemas para el trabajo duro era porque venía de buena familia. Tenía miedo de que vinieran a por él".

"Ya sufrimos bastante"

Deng Xiaoping dinamitó el país en los 80 tras aclarar que "enriquecerse es glorioso". Los tradicionalistas perdieron peso frente al avance de las mejoras, y más de 300 millones de chinos salieron de la pobreza desde entonces. "La vida es mejor ahora, no echo de menos el pasado. Ya sufrimos bastante". ¿Está orgullosa de su país? "Estoy orgullosa de mi gente".