Tras un año difícil el presidente francés, Jacques Chirac, aprovechó el mensaje de Nochevieja para instar a sus compatriotas a "creer en Francia", puesto que muy pocos parecen creer ya en el jefe del Estado francés al iniciarse el último año completo de ejercicio de su mandato. Una manera como otra de pasar la página del 2005 que él mismo reconoció "expresó tensiones e interrogantes" de la sociedad francesa. Un año negro marcado por el triunfo del no a la Constitución europea y una explosión de violencia en los suburbios --ayer el presidente levantó anticipadamente el Estado de urgencia instaurado tras los disturbios--, que Chirac imputó a "la globalización".

"¿Cómo seguir siendo nosotros mismos en un mundo que cambia de forma acelerada?", dijo Chirac. Y se respondió: "Hay que creer en Francia" y hacer "vivir la República". Pero los franceses, sumergidos en una visión siniestra, no parecen creer en nadie y mucho menos en Chirac, que volvió a ponerse las gafas para su alocución como para reforzar esta impresión de "salto en el tiempo".

Fin de reinado

Chirac, que lleva más de 10 años en el Elíseo y que finalizará el mandato en menos de 18 meses, es la viva imagen de un político en fin de reinado. Un sondeo sobre el deseo de los franceses de que Chirac vuelva a presentarse a la elección presidencial resonó como un mazazo: el 1% quería que optara a un tercer mandato y lo que es peor: el 33% querían incluso que dimitiera para adelantar las elecciones. Hace un año su nombre estaba aún en la lista de candidatos a su propia sucesión.

Tras el nombramiento de su delfín, Dominique de Villepin, como primer ministro todo el mundo comprendió que pensaba tirar la toalla para el 2007. Pero el año catastrófico que acaba de pasar le obliga a luchar simplemente para seguir existiendo en este 2006.

Dar la impresión de que sigue al timón del país es el objetivo principal del presidente políticamente debilitado en Francia y en también el exterior, y físicamente afectado tras el accidente vascular que, según parece, se quedó en un susto. El 2005 ha sido un annus horribilis en todos los aspectos, "pero insuficiente para explicar este repentino rechazo del presidente francés", dicen los analistas. Resulta evidente que no se trata de un rechazo personal. Chirac sigue apareciendo como un hombre simpático, campechano, entrañable y cercano a la población.

El problema para Chirac es que las críticas le caen por todos lados, comenzando por los electores de derechas que piensan que su discurso se "desvía hacia la izquierda", mientras que la izquierda, que votó por él en el 2002 para cortar el paso al ultraderechista Jean-Marie Le Pen, piensa que nunca ha tenido en cuenta las circunstancias de esa votación y que no ha hecho nada para reducir la famosa "fractura social".

Sin embargo, en caso de problemas, Chirac no pierde fácilmente las dotes de animal político que lo caracterizan. Así lo demostró con el nombramiento de Villepin como primer ministro para hacer frente a la excesiva ambición de su ministro de Interior, Nicolas Sarkozy. Tampoco estuvo mal en el último cara a cara europeo que mantuvo con el primer ministro británico, Tony Blair. Y algunos analistas franceses, como Alain Duhamel, no descartan que en caso de crisis mundial los franceses descubran en él a la figura del "viejo sabio" dotado de "una experiencia única y de una tenacidad implacable", imprescindible para dirigir el destino de Francia en estas circunstancias.

El año que acaba de pasar ha estado marcado por una aceleración de las maniobras electorales para las presidenciales del 2007, fomentando la rivalidad entre dos candidatos más que potenciales de la misma mayoría gubernamental, Villepin y Sarkozy, provocando al mismo tiempo la inevitable pérdida de influencia del presidente de hecho jubilado por adelantado. Debilidad política acentuada por el desastre del referendo sobre la Constitución europea y de una situación económica y social del país catastrófica.

Pero políticamente lo que más le ha marcado ha sido la amplia victoria del no en el referendo. El resultado ha sido considerado como una derrota personal del jefe del Estado que decidió organizar la consulta y defendió personalmente el texto. Pero su intervención durante la campaña fue nefasta y sólo sirvió para confirmar la existencia, además, de una "fractura política" entre los franceses y sus dirigentes. Un debate en la televisión con 80 jóvenes ante los que Chirac confesó "no entender" consumó el desfase. La impresión se confirmó más tarde con su largo silencio ante el estallido de violencia callejera en los suburbios.

Una edad que ya le pesa

En este contexto, los éxitos de su Gobierno han pasado desapercibidos. Internacionalmente y en Europa sigue gozando de reconocido prestigio tras conseguir neutralizar los intentos británicos de aislar a Francia sobre la política agrícola y el cheque británico . Francia consiguió también, tras una larga batalla, la instalación en territorio francés del reactor Iter.

Lo que más le duele es la edad. Con 40 años de carrera política, tras haber sido primer ministro en los años 70 y 80 y, sobre todo, tras 10 en el Elíseo, Chirac es actualmente uno de los decanos de los jefes de Estado del planeta. Un anciano en Europa al lado de Blair, Angela Merkel y José Luis Rodríguez Zapatero. Aunque al final de su mandato, en el 2007, con 75 años, será más joven que dos de sus predecesores, Charles de Gaulle y Fran§ois Mitterrand, que tenían ambos 79 años.