Agotados los epítetos denigratorios lanzados casi unánimemente contra Milosevic, hay que sugerir, a falta de los perfiles definitivos de la justicia y la historia, que el carnicero de los Balcanes no es el único responsable de la desgracia de Serbia y de las guerras de los Balcanes que causaron unos 200.000 muertos. Primero fue el interés de algunos países europeos por dinamitar la delicada creación de Versalles; luego, la impotencia para terminar con la carnicería, y finalmente la actuación poco gloriosa y tardía de Occidente, con bombardeos de la OTAN al margen de las Naciones Unidas.

Atizando la catástrofe, Milosevic utilizó el nacionalismo como sustituto del comunismo para enloquecer a los serbios. Aunque antes de ser el pirómano y el maldito, firmó la paz de Dayton (1995) bajo auspicio de Bill Clinton y fue cortejado por algunas potencias europeas enajenadas por el recuerdo de la lucha de influencias y del pacto germano-soviético de 1939. Un horror europeo.

*Periodista e historiador.