Dos horas y media de discurso y 75 páginas en su versión inglesa necesitó ayer el presidente chino, Hu Jintao, para publicitar por enésima vez el concepto de armonía social. El discurso que abrió el XVII congreso del Partido Comunista de China no trajo sorpresas. Hu, de perfil más anodino que antecesores como Mao o Deng Xiaoping y sin la perenne sonrisa del primer ministro, Wen Jiabao, desarrolló con su cansino tono de voz el concepto introducido en el congreso del 2002, cóctel que incluye la lucha contra la desigualdad social, la corrupción y la contaminación. La novedad es que lo hizo a dos metros de Jiang Zemin, que le antecedió en el cargo y encabeza el clan de Shanghái, ultraliberal y opuesto a las políticas actuales.

Ambas facciones negocian desde hace meses la formación del nuevo comité permanente, que se decidirá en los próximos días en reuniones a puerta cerrada, y del que saldrán los sucesores de Hu y Wen dentro de cinco años.

En un auditorio presidido por la hoz y el martillo, Hu admitió estar lejos de haber satisfecho las expectativas del pueblo. Durante su mandato, China ha pasado de ser la sexta economía mundial a rozar el tercer puesto de Alemania.